El cantautor uruguayo presentó No sabemos cómo, un disco de canciones de candombe-fusión que navega entre el estilo personal y la profunda tradición de la canción uruguaya. “No sabemos cómo es un disco nómade, con muchos kilómetros y una búsqueda desde el movimiento”, dice el músico.
La música, como toda obra artística, es indisociable de su contexto cultural, social y geográfico. Más allá de la intención consciente –o no- de un artista de dar cuenta de su entorno hay algunas huellas culturales que siempre ofrecen alguna pista. Toto Yulelé es un cantautor uruguayo oriundo de Mercedes que no intenta escaparle a la tradición musical de su país, pero tampoco busca forzar las influencias. Tiene claro que la música de su país es un manantial del que se puede beber libremente, pero también sabe que en el hecho mismo de la creación artística ya florece un modo de hacer que es propio de su lugar. Ahí está, por ejemplo, el pulso del candombe –una música que ilumina el futuro, parafraseando a Liliana Herrero- o el carácter templado que se respira en el país vecino.
Con más de una década de camino recorrido, el cantante y compositor uruguayo publicó el año pasado su cuarto disco de estudio, No sabemos cómo (2024), que presentará oficialmente el 7 de agosto a las 20.30 en Sala Zavala Muniz del Teatro Solís de Montevideo. Co-producido junto a Julián Rossini, también tecladista de su banda, el disco propone un viaje más hacia afuera que el anterior, Una casa (2021), pero conserva una búsqueda reflexiva y existencial. Por ocasiones transita la calma y la introspección, como en El silencio, y por momentos se torna más rítmico y determinante, como ocurre con Dos tristezas. “Fue de experimentación y búsqueda. Nuestro objetivo era hacer un disco que a nivel sonoro represente nuestro presente y nuestra historia también”, resalta.

Toto Yulelé. Fotos: Magnolia
“El candombe, el candombe-beat y el indie-rock son estilos que forman parte de nuestra historia de vida. Fuimos a buscar los sonidos a sus lugares de origen y eso también transformó el proceso en algo completamente opuesto al disco anterior”, explica el músico uruguayo sobre el proceso. “Fuimos a buscar el candombe a Barrio Sur, por ejemplo. Los sintetizadores los grabamos en La Plata. Las voces y los pianos en Mar del Plata –Julián es oriundo de ahí- y al final la masterización la hicimos en Berlín, Alemania. Un proceso completamente opuesto al disco anterior que lo grabé todo en mi casa prácticamente sin moverme de ahí. Por el contrario, No sabemos cómo es un disco nómade, con muchos kilómetros y una búsqueda desde el movimiento”.
De alguna manera, Yulelé encontró un equilibrio entre la calma y la euforia, la sonoridad acústica y la paleta más eléctrica y electrónica. Si bien es un disco con un estilo bien uruguayo –alcanza con olfatear el perfume de Mateo en la intro de No se pierde el tiempo, por caso-, los movimientos del músico en los últimos años también se reflejan en el disco. Hasta fines del año pasado, el uruguayo estuvo viviendo en Almagro y curtió durante más de dos años la intensidad cultural porteña. “Estos años de vivir en Buenos Aires fueron muy enriquecedores en todo sentido. Me permitió verme desde otra perspectiva y también resignificar muchas cosas de Uruguay”, sostiene.
-El título es bastante sugerente, ¿tiene alguna explicación conceptual o filosófica que puedas compartir?
–No sabemos cómo es el nombre de la canción que cierra el disco. Una canción que me hice a mí mismo en un momento de oscuridad. Necesitaba salir de ese estado y no sabía cómo. Permitirme no saber fue muy importante para poder salir. Pensé algo así como: «No se cómo salir pero voy a salir igual, sin saber cómo». A su vez siento que es una frase que representa mucho este momento histórico, cultural y social. Hay mucha información, suceden muchas cosas y la sensación es que no sabemos cómo hacer para lidiar con todo esto. Y aceptar que no sabemos es importante para generar un movimiento. Podemos hacer un montón de cosas aunque no sepamos cómo. Pero vamos a ir aprendiendo en la marcha.
-¿Cómo aparecieron este conjunto de canciones que fuiste juntando «entre el pecho y la barriga»? ¿Y cómo fue el trabajo de co-producción con Julián Rossini?
-La mayoría de las canciones las compuse durante el proceso de grabación. El proceso duró aproximadamente un año y medio. Elegimos un grupo de canciones de las cuales fuimos descartando algunas y dando lugar también a las que iban surgiendo. El trabajo con Julián Rossini en la producción fue muy orgánico. Fuimos construyendo un método de trabajo que nos resultó muy bueno. Yo confío mucho en su criterio y en su sensibilidad sobre todo. Pasamos muchas horas experimentando, buscando el sonido que queríamos. La verdad ambos quedamos muy conformes con el resultado. Sentimos la sensación de que hicimos lo mejor que pudimos.
-En la canción No sabemos cómo está de invitada María Pien, ¿Cómo se da esa colaboración?
-Siempre admiré mucho a María, su obra y su voz. Cuando hice la canción sabía que quería una voz femenina para la parte final y enseguida pensé en ella. Asocio la voz de María con palabras profundas, una mezcla de melancolía y esperanza. Eso fue lo que le dije cuando la invité. Hace ya varios años que nos conocemos y nos cruzamos en los circuitos cancioneros porteños sobre todo. La verdad es que el resultado fue mucho mejor de lo que me imaginé. María interpretó a la perfección lo que le pedimos. Me resulta siempre conmovedor escucharla.
-¿Qué lugar ocupa el candombe en este disco y en tu obra en general? ¿Es el estilo o el ritmo con el que más te sentís identificado?
-Podría decir que este disco es setenta por ciento candombe-fusión. Quizás se acerca más a una sonoridad relacionada al candombe-beat de los ‘70. La tradición de bandas como Totem, Psiglo, Opa. Actualmente el candombe es uno de los estilos musicales que más atraviesa mi obra, pero también insisto en una búsqueda que intenta resignificar ese ritmo y traerlo a mi mundo. Un candombe personal, una interpretación propia del estilo. Con mucho respeto hacia los ancestros y la historia de mi país.
-¿Qué encontrás en la canción como lenguaje para expresarte? ¿La tradición de la canción sigue vigente en el circuito cultural del Río de la Plata o cómo ves su actualidad?
-En la canción encuentro una forma que a veces me permite un nivel de síntesis que no logro en otros formatos. La canción es breve y a la vez poderosa. En mi caso las palabras tienen mucha importancia en las canciones que escribo. Intento continuar una tradición de cantautores de mi país, sobre todo de la música popular, en donde el texto se trabaja mucho y de alguna manera intento que tenga un valor en sí mismo. Con respecto al circuito actual, creo que la canción sigue muy vigente. En Uruguay particularmente hay una movida súper interesante de compositores y compositoras jóvenes que están haciendo cosas muy zarpadas. Es muy fuerte la tradición de la canción acá y está cada vez más vigente.
-Estuviste un par de años viviendo en Buenos Aires, ¿Para un músico de Uruguay es importante, enriquecedor o una especie de «cita obligada» vivir un tiempo, dialogar o visitar cada tanto Argentina?
-Y un poco sí. Uruguay es un país pequeño con un mercado musical pequeño también. Eso hace que necesites moverte. A su vez, Argentina es un país que a nivel cultural es una gran influencia para nosotros. Nos criamos escuchando música argentina -por lo menos en el Litoral del país, de donde soy yo-. Estos años de vivir en Buenos Aires fueron muy enriquecedores en todo sentido para mí. Me permitió verme desde otra perspectiva y también resignificar muchas cosas de Uruguay. Buenos Aires es una ciudad increíble e intensa. Creo que en este disco se refleja este proceso y por eso también me gusta. Es un disco que tiene un equilibrio entre los dos países.
Hermoso todo…es un ángel ese chico