No conforme con ser un guitarrista y autor excepcional que se multiplica por escenarios de buena parte del mundo, Juan Falú atraviesa un presente de publicaciones con la edición de tres libros –Tucumano soy, el segundo volumen de Música Argentina Contemporánea y Como otros Juanes– donde combina obras y vivencias que delinean al músico y a la persona enraizada con su tiempo.


Desde la guitarra y más allá de ella como instrumento, Juan Falú es un hombre esencial de la cultura argentina capaz de resignificar su propia tradición familiar y asumir un compromiso político donde la cultura popular es un elemento decisivo como memoria y proyección de una identidad que, más temprano que tarde, debiera alumbrar un mañana común y emancipador.

Tal vez como semillas y testimonios de esos andares, a la música que registra y pasea con notable vitalidad por salas del globo y a una determinante labor docente, el artista nacido hace 77 años en San Miguel de Tucumán le añade ahora la salida de tres libros que reúnen repertorio propio forjado en una vida intensa y comprometida.

Portada de Tucumano soy, editado por la Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán

Por orden de aparición y tras casi una década sin publicaciones tras otra trilogía (entonces conformada por Ridiculum Vitae, de 2003; Juan Falú-songbook, de 2010; y De la raíz a la copa, de 2015), el artista acaba de publicar Tucumano Soy y de aportar composiciones al segundo título de la colección Música Argentina Contemporánea y otras músicas y textos a Como otros Juanes, dos títulos a publicarse en los primeros meses de 2026.

“Estos libros surgen como parte del laburo general que encaré durante la pandemia tendiente a organizar mis composiciones. Y organizarlas significó recordarlas a todas y escribir todo lo que se pueda, teniendo en cuenta que en algunos casos la escritura es muy laboriosa porque son arreglos guitarrísticos y en otros casos son las melodías cifradas de las canciones”, detalla Juan con su característico hablar hondo y pausado durante una conversación entre mates con De Coplas.

Lejos de querer hacer gala de su prolífica inspiración, el cancionero de Falú ronda las 200 piezas, un muestrario que consta de 120 canciones y unos 80 temas instrumentales, una producción que, confiesa, “a mí me da hasta pudor porque pareciera que uno se apoya en las cifras”.

“Pero –apunta enseguida- si lo pienso desde el punto de vista cualitativo y desde el sentido de mi exigencia musical, es mucho. Y me vino bien psicológicamente hacer ese recuento que me dejó como tranquilo porque siempre tuve la sensación que entre el debe y y el haber, digamos, había como un desequilibrio contable, como que siempre me faltaba algo”.

Con sus similitudes, los libros en cuestión tienen particularidades en cuanto a abordajes y procedencias. En el caso de la saga musical editada por Mil Campanas (que comenzó con partituras del pianista Diego Schissi y en marzo publicará esta segunda entrega) se compilan “Abrazo por cueca”, “Catucho”, “El Alberto”, “El río solo”, “Huella de la siembra”, “La trunca Herrera”, “Letanía por Juana”, “Mishi de cuarentena”, “Moscato”, “Parque Bar”, “Repiqueteadita”, “Sanjuanino soy”, “Tonada de antiguo rezo”, “Valstico”, “Ya me voy” y “Zamba para Illan” en un trabajo que su creador subraya, “está muy prolijo y muy bien editado. Se corrigió exhaustivamente todo, para que no tenga errores y cumpla con su finalidad”.

Mientras que tanto el reciente Tucumano soy como el próximo Como otros Juanes comparten –al igual que los tres primeros- factura catedrática (el primero editado por la Universidad Nacional de Tucumán y el segundo por la Universidad Nacional de Villa María) y también el tono al combinar partituras, algunos escritos que dan contexto a las obras y un código QR para descarga de las canciones que el músico grabó a guitarra sola o a guitarra y voz con su canto o con grandes intérpretes en la casa/estudio El Hornero de su compadre César Silva, el lugar que atesora esas creaciones.

Acerca de este par de libros, el creador del festival Guitarras del Mundo y responsable de la carrera oficial superior de Tango y Folclore del Conservatorio Manuel de Falla y de la Licenciatura de Música Argentina en la Universidad Nacional de San Martín asegura: “Estoy chocho con estas ediciones porque siempre consideré a la universidad como el lugar institucional más sano del país. Pero, además, con la precariedad presupuestaria que padece la universidad pública, que me hagan esto es un orgullo enorme y lo vivo como un logro en el marco de un momento de resistencia de lo cultural y de lo público”.

 

Historias y guitarreadas

Tucumano soy reúne 39 obras que refieren a ese lazo y que dan cuenta, además, de sus vínculos con poetas como Néstor Soria, Pepe Núñez, Marcela Neme, Teresa Parodi, Jorge Marziali, Rubén Cruz y Pancho Cabral y con aportes de Lucho Hoyos, Juan Quintero, Nadia Szachniuk, Silvia Iriondo, Florencia Bernales, Juana Luna, Marcelo Moguilevsky, Jorge Marziali, Vanesa González, Mora Martínez, Liliana Herrero-Diego Rolón y Cuni Dimani, en un viaje temporal que arranca en la infancia, incluye la evocación de su padre Alfredo, de su tío Eduardo, de su madre Elizabeth, de su hermano Lucho (detenido/desaparecido en 1976), del influyente maestro de 4° y 5° grado Juan Walter (“que fue una mezcla de padre, de Che Guevara,  de maestro de música y de gurú en mi vida”, repasa sin querer contener la emoción), de un recorrido musical iniciático como solista o integrando Las Voces del Tucma y de los afectos que lo siguen constituyendo entre la amistad y la música.

A semejante viaje la faltan los lauros y reconocimientos, el exilio en Brasil, el título de psicólogo y tantos otros encuentros en una galería imponente que, por citar solamente a otra camada, también integran Victoria Birchner, la española Silvia Pérez Cruz, Manu Sija, Emilia Danesi, Daniela Negro, Mariano Loiácono, Nadia Larcher, Jairo, Lara Fichera, Fabián Cardozo, Julia Moscardini, Mery Murúa, Polo Martí y Rodolfo Mederos, entre más.

– ¿Te sorprendió darte cuenta que tenías tanta obra referida a Tucumán?

– La verdad es que sí y me sorprendió muy gratamente porque al no tener conciencia me di cuenta que era algo natural y eso, siento, dice más acerca de ese gesto.

– ¿Y qué Tucumán sentís que se recorta a partir de estas músicas?

– Confieso que todo esto me traslada a un Tucumán que he vivido. Yo lo dejé a este Tucumán hace 50 años, lo que fue quedando en mí es una reproducción de aquellas situaciones, o sea, una guitarreada y ahora me queda solo eso. Ahora cuando voy y según el mes del año, aprovecho a oler la flor de azahar de los naranjos, a dar una pasadita por las dos casas donde he vivido y lugares de ese ayer como el Colegio Nacional o el Colegio Salesiano. Y después no están más dos lugares que fueron muy visitados por mí: uno, era el bar de billares El Molino y el otro, es El alto de la lechuza, que fue la peña emblemática que sigue, pero no es aquella donde el protagonismo de los músicos, los cantores y los poetas estaba en las mesas. Eso cambió y para mí implica también un cambio de escenario.

– Más allá del tiempo transcurrido ¿Cómo sentís que se relacionan Tucumano soy con aquella experiencia de Ridiculum vitae?

– Lo primero es que ambas son publicaciones de la universidad. Y yo amo a la Universidad Nacional de Tucumán. Además, Ridiculum vitae tiene buena parte de relatos de mi etapa tucumana con historias familiares, sobre este seminarista que fue mi maestro, con la militancia y siempre con la guitarra en el medio. Pero en todo caso, lo que más me interesa es el futuro en relación a eso y si habrá algo más porque no sé si capaz esté bueno asumir una meseta, dejar de actuar compulsivamente en los escenarios y poder escribir más metódicamente.

Juan Falú (a la derecha), junto a la delegación tucumana en Cosquín 1967. Fotos: Gentileza EDUNT

– ¿Qué resaltás de esa marca que Tucumán deja en vos?

– Evidentemente Tucumán me ha marcado mucho y lo que siento en relación a Tucumán es que hay una historia por venir gracias a artistas como Juan Quintero o Manu Sija que me permite imaginar un mañana con cierta tucumanidad. También se me ocurre que este tipo de folclore tucumano mantiene esa cualidad que tuvo siempre y es que no le echó el ojo el mercado, no tiene un curso mediático masivo y eso de alguna manera lo siento como una cualidad, como si fuese un área protegida. Esta condición de no estar cobijado ni alimentado mediáticamente, a mí me parece algo interesante que también sucede con gran parte del folclore bonaerense y de otros lugares como Catamarca, La Pampa o San Juan.

– ¿Cuánto operó la distancia en esta posibilidad de reconocerte como tucumano?

– Mucho seguramente, porque yo me fui y solo hubo crecimiento musical y como siempre estoy volviendo, creo que la gente toma conciencia de ese crecimiento que yo tuve, de ese reconocimiento que obtuve y al mismo tiempo del volver siempre. Entonces, sí, eso a mí me fortalece la tucumunidad y estoy como muy afirmado en la cuna.

– ¿Fantaseás con volver allá?

-A veces sí, pero yo tengo una familia enorme y no da como para alejarme porque cada vez me voy a hacer más familiero y aunque tengo un hijo en Bahía Blanca y una hija en Córdoba, acá en Buenos Aires hay muchos hijos, hija y nietos.

– ¿Qué se puede adelantar acerca de Como otros Juanes?

– Se armó a partir del mismo esquema de Tucumano soy, con ocho capítulos con composiciones agrupadas temáticamente entre las que se cuentan Para ellas, Con ellas, Asuntos de la guitarra, Asuntos de la Patria, Nanas, canciones inéditas, clásicos en versiones libres y también unas grabaciones que por primera vez hice con una Gibson Les Paul eléctrica.

– ¿Qué creés que puede apreciarse ante semejante repertorio?

– Cuando uno compone tanto como en mi caso, es completamente impredecible y hasta misterioso el recorrido de una canción o de una pieza instrumental. Por ejemplo, ahora cuando toco me piden casi siempre Como el aire, que es una zamba muy tranquila o Zamba del Arribeño o Confesión del viento y no sé cómo definir esas preferencias. Seguramente hay algo impactante en la letra, pero se se ve que influye ese cosido, esa alquimia entre letra y música que es más que la suma de las dos cosas, un todo que es más que la suma de las partes. Pero como sea, es difícil prever el destino de la canción y por eso los autores tienen un porcentaje de canciones desconocidas que son muy buenas.

– Ese intercambio con poetas, ¿cómo se da en tu caso?

– Tuve y tengo la suerte de tener muy buenos encuentros como los que últimamente me unieron, por ejemplo, a Teresa Parodi (en Mojones) y a Teuco Castilla (en Coplas sonoras de la tierra nuestra) y aunque ha dejado de ser tan natural la cuestión de que haya letristas sobre las formas musicales y también la presencia de las duplas compositivas que compartían vivencias y sensibilidades como en los casos de Falú-Dávalos o Leguizamón-Castilla, por suerte sigue sucediendo la posibilidad de crear con otros y con otras.

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