La música y compositora Maca Mona Mu editó Álamo blanco, su quinto disco solista. Un puñado de canciones que nacieron para cantarle a la profundidad del sentir desde una mirada poética de lo cotidiano. «Este disco me transformó muchísimo porque es muy honesto y crudo», dice.
Un departamento vacío y a oscuras. Una guitarra, una voz. Un oído silencioso. Un cuerpo de canciones recién nacidas. La escena involucra a la cantante y compositora Maca Mona Mu y al realizador audiovisual y fotógrafo Dante Martínez. La obra en cuestión: Álamo blanco (2024), el quinto disco solista de la cancionista y productora porteña. “Con Dante tenemos una especie de hermandad y profundidad creativa. Encontramos nuestro propio código y lenguaje. Nos manejamos mucho a través de los símbolos, que fueron teniendo su sentido a lo largo de todo el proceso creativo. Yo le canté las canciones en mi casa, recién me mudaba. Esa mudanza también fue parte del proceso creativo”, cuenta Maca Mona Mu sobre el germen del disco, que cuenta con una serie de videos dirigidos por Martínez, como Desvío, Oni y 3, a tono con la introspectiva estética sonora de la obra.
“Hace mucho que venimos sintonizando con el mundo de Álamo blanco. Desde que le empecé a contar que estaba percibiendo que venía algo alrededor del fósforo y del fuego”, apunta ella. “El disco tiene algo del orden del ritual; lo místico, lo espiritual, lo poderoso en lo simple. Siempre estamos yendo a lo simple, que es algo cotidiano, pero mirándolo desde otro lugar. Todo el disco nació de un fósforo. De la observación: hay personas que encienden un fósforo y lo tiran, pero otras lo encienden y lo guardan”, precisa con ojo clínico. “Eso desplegó un montón de canciones y todo el concepto. Todo el universo poético apareció por esa pequeña llama y esa acción cotidiana que muestra tanto de uno. En mi casa había botellas enteras con fósforos quemados y dije: ‘Che, acá hay algo, un mensaje’”.

Maca Mona Mu. Fotos: Aldana Mestre
-¿Qué cosas te reveló el hecho de guardar o tirar los fósforos quemados?
-Una es la cuestión medio analógica, algo que busqué con el audio. Y esto de pensar en nuestras madres y abuelas. Con respecto a tirarlos y guardarlos, depende mucho de las personas, pero en el caso en el que tuve esa revelación tenía que ver con la retención hasta de lo más mínimo. Algo de «por las dudas no tenga para prender la hornalla de atrás». Varias veces el disco menciona eso de retener o hacer fuerza para sostener algo. Algo tan simple refleja la necesidad de conservar algo. No estoy juzgando si está bien o mal, simplemente deposité mi mirada poética ahí. ¿Qué suelo hacer yo en diferentes etapas? Hay momentos en que los guardo y otros en que los desecho. Eso me llevó a pensar cuántas cosas son las que guardo y conservo que tienen una carga simbólica. Por ejemplo, guardo mis cuadernos de toda la vida, solo tiré algunos. Los cuadernos en los que escribo mis canciones y mi vida están abajo de mi cama. Es incómodo que estén ahí, juntan polvo, pero no puedo tenerlos más lejos que eso. Necesito tener cerca ese material. Hay cosas que te conectan con la mirada poética del cotidiano.
“En general, los fósforos se hacen con madera de álamo blanco. Este árbol tiene la particularidad de que invade mucho territorio”, precisa sobre la búsqueda del concepto. “En su origen este disco tenía mucho que ver con mi replanteamiento acerca de las diferentes formas de vincularse amorosamente o de atravesar procesos afectivos. La intención fue reflexionar acerca de las ideas invasoras que tenemos en nuestra cabeza y que de repente se expanden mucho y ocupan lugar sobre cómo deberían ser las cosas. Y cuando no tienen determinado final significa ‘que fracasó esa historia’, pero en realidad los vínculos siempre se transforman y dejan algún aprendizaje”, sostiene. “También tiene mucho que ver conmigo, porque todas estas canciones van a mi origen como cancionista, a la guitarra y la voz despojada. La idea fue producirlo de esa manera simple, pero también con mucho collage de voces, soniditos y texturas”.
El nuevo disco, que tendrá su presentación oficial el viernes 8 de agosto a las 21 en Cultural Thames (Thames 1426, CABA), tiene la particularidad de sostenerse a partir de lo mínimo que precisa la canción. Una guitarra acústica y una voz para cantar y decir. La austeridad, el despojo y la intimidad como elementos principales. La poética, de hecho, es un aspecto central en el disco. La voz de la artista es protagonista aquí. «Las rejas siempre se hicieron para protegernos del peligro de la inmensidad», canta con una furia contenida en 222. «Fui a vivir a una selva en el medio de tu ego», susurra en la bella y calma Lotería. «Miro a los ojos este amanecer y me transformo en el silencio/ Todo es nuevo si lo mirás otra vez», desliza luego en Fernanda. “En algunas de estas canciones apareció primero la letra antes que la música. La canción Fernanda me hizo tener esa revelación de que ya estaba en el borde de otro proceso”, confiesa.
“Fue muy dinámico y orgánico el proceso, no tiene mucha rosca mental. Sí tiene un laburo pero desde otro lugar, desde ese fueguito. En general yo no le doy mucho trabajo desde la mente a las letras, sino que trato de que ingrese otra información o energía. Una energía que me permite jugar, mostrarme vulnerable y sentir fortaleza en eso”, explica. El fuego, de hecho, es el último elemento que le faltaba explorar en los procesos creativos. A través de los discos, Maca Mona Mu mantiene una abrumadora coherencia poética. Todos aluden a un elemento de la naturaleza y al mundo de la flora silvestre y urbana. “Semillas (2013) es el origen de mi proyecto; Bambú (2019) tiene que ver con la tierra; Kalanchoe (2019) tiene que ver con el aire, porque es una planta que crece en cualquier grieta y ventana de Buenos Aires. KELP (2022) hace referencia al agua, porque es un alga. Y este disco tiene que ver con el fuego. Los procesos creativos tienen mucho de místico y de materia sensible que se manifiesta en lo concreto, en lo cotidiano. Intento siempre estar atenta a las señales”.
-Este disco da cuenta de un recorrido anterior, pero a la vez partís de una ruptura, un vacío, una nueva etapa. ¿Es un disco justamente de quiebre, de cambio de piel?
-Yo creo que sí. Porque este disco me acompañó a atravesar o resucitar algunas partes mías que estaban sosteniendo viejas formas. Entonces, me acompañó un poco a reverdecer. Necesitaba atravesar el fuego para poder reverdecer. Entonces, de alguna forma es un cambio de piel groso en cuanto a mi vida personal y mi vida como artista; también de animarme a producirlo sola por primera vez. Es la primera vez que me lanzo a tomar todas las decisiones dentro de un contexto emocional muy fuerte y confié muchísimo en Álamo blanco como si fuera una entidad que me acompañaba. El fuego tiene que ver con la fuerza, con la raíz del deseo, con una pulsión y una necesidad de expresarme…
-El fuego también representa la transformación constante…
-Sí. Este disco me transformó muchísimo porque es muy honesto y crudo, no me dediqué tanto al adorno, sino a la raíz de la emoción. Lo que quería es encender mi costado más emocional y visceral. Bancarme la imperfección y ser persona. El fuego es desbocado, no tiene bordes y no se puede controlar tanto. También asumir una nueva voz, que a veces es quebrada, otras veces suspirada o susurrada, teñida de angustia o rabia. Necesitaba cuidar el fueguito para que no se me apague ni se me vaya al infierno. Contener el fuego y dejar que se expanda dentro de un borde. También este disco habla mucho de los demonios internos y eso es porque en todo el proceso se me desplegaron unas sombras muy grandes que tuve que aprender a afrontar y trasmutar.
El año pasado, entre octubre y noviembre, Maca Mona Mu realizó un ciclo llamado Cómo construir una ruca que se dividió en tres capítulos: El fosforo, La brasa y La ceniza. La idea era empezar a compartir las nuevas canciones en un espacio íntimo y preparar el terreno para la presentación oficial en Cultural Thames. “Fue un ciclo para acompañar la salida del disco y empezar a cantarlo despacio”, dice. “Necesitaba que sea un ciclo contenido en un espacio agradable, íntimo, con una capacidad reducida. En cada encuentro había una conversación con alguien sobre el proceso creativo y además tocaba el disco entero. Después hacía canciones a la carta de otros momentos”.
¿Y cómo se construye una ruca? “La construimos entre todes cuando nos juntamos. En este momento del horror es importante encontrarse, mirarse, cantar. Juntarse también en un espacio seguro a llorar y poder nombrar las emociones que tenemos en el corazón. Se hizo con esa intención. Esa ruca, ese hogar, se construye cuando estás con un otro encendiendo y cuidando ese fueguito para que nos abrigue”, sostiene. “Y el fueguito en este caso era la canción que nos reunía. La importancia de generar intimidad en el encuentro, porque estamos en una época de mucha desconexión. Con tanta información a veces nuestros corazones se ponen duros. Y el encuentro con otras personas hace que de nuevo volvamos a encender ese centro y que puedan surgir nuevas visiones, inspiraciones y reflexiones. La presentación del disco es la ruca que ya construimos”.
-¿Cómo incide este contexto social, político y cultural en tu trabajo como artista?
-Todo está muy horrible, pero cuando nos encontramos, cuando salimos a la calle y cuando ponemos el cuerpo y el corazón podemos hacer que el mundo sea un ratito un lugar mejor. Entonces, algo de eso de encontrarse, mirarse y dejar de quedarnos encerrados en nuestras propias casas y celulares hace que volvamos a ser personas sensibles. Que esa sensibilidad nos ayude a tejer y crear nuevas posibilidades y caminos. El corazón se cierra cuando tenemos miedo, pero en el miedo no pueden surgir las creatividades y nuevos caminos. En este contexto se resignificaron mucho las canciones de este disco. Esto de «volveré a ser un hogar» es como decir «mi país es un lugar hermoso, bello, con gente talentosa y amorosa que tiene un montón para dar». Pero en este momento está todo incendiado. Necesitamos volver a recuperar cada ramita y reverdecer. Y encontrarnos desde un lugar con amor y generosidad para poder construir un camino diferente.
-¿Qué encontrás en la canción como herramienta o espacio para expresarte?
-La canción es un espacio que me contuvo siempre, porque yo compongo canciones desde niña. Al principio, de una manera que ni sabía que estaba haciendo canciones. Creía que todo el mundo hacía canciones, pensaba que era un juego. Hasta que en un momento me animé a cantar esas canciones con unas amigas y me preguntaban de quiénes eran. ¡Y eran mías! Fue un recurso y un puente para poder compartir lo que habitaba mi corazón a veces confuso. En la canción encontré claridad. Para mí es un espacio habilitador donde todo empieza a tener mayor claridad. Un mensaje unificador con lo exterior. Cuando componemos canciones estamos diciendo lo que está ahí dando vueltas.