La cantora y compositora tiene un largo recorrido en la escena folclórica y de la canción. Sin disco nuevo a la vista estos días la encuentran, sobre todo, enfocada en subirse a todos los escenarios posibles con su guitarra y sus canciones. En este encuentro con De Coplas, comenta su presente de mucha actividad en vivo y reflexiona sobre qué tiempos vive la canción hoy.
Alguien dice, mientras mira fijamente el escenario y alrededor pasa todo eso que suele pasar en las cantinas, en los bares, en los recodos de la noche: así que ella es Luciana Jury. La escena es improbable. Es más, forma parte del puro invento, pero bien podría haber sucedido. Más aún, si se le agregaran unos pocos pero determinantes detalles podría tranquilamente ser un pasaje, una escena de alguna película de Leonardo Favio no filmada. De Favio, su tío. Y del Negro Jury, su papá, escritor, y guionista y partener del director. Para algún desprevenido: ese es el linaje que trae desde la cuna.
De un tiempo a esta parte, Luciana viene presentándose, sobre todo, en plan solista. Ella y su guitarra (ocasionalmente también charango y cuatro). Y su canto. Un peregrinar que la encuentra en un sinfín de lugares y que, sin dudas, le sienta bien. Porque en definitiva ese es el lugar al que quiere llegar, al que quiere seguir llegando. Y los discos: un medio, la circunstancia para llegar a eso. Ella dice: “la estampa que quisiera dejar es esa, la de una cantora con guitarra”.
– ¿Es desde ahí, entonces, qué estás pensando tu recorrido?
– Lo único que quiero significar cuando hablamos de cómo quiero que me recuerden, si alguien llegara a recordarme, es que me gustaría que fuera con la imagen, en la cabeza de ese otre, de verme cantando sola con la guitarra. Sobre todo con la guitarra, porque es el instrumento que más conozco, con los demás balbuceo. Mi propuesta es convidarle a la gente el resultado de un cuerpo que se presenta sobre un escenario para captarles la atención. No es una cosa sencilla, ojo. Y no creo que cualquiera pueda sostener en el tiempo y durante varios años la atención de un público que quede cautivado; de alguna manera, arrobado durante el tiempo del concierto, llevándolo a distintos mundos. Mundos que tenemos internalizados pero que nos cuesta mucho, en la realidad, poder vivirlos. Y para eso se necesita mucho trabajo, mucha concentración. Por eso digo, es una guitarra y una voz, sí. Pero es mucho más que eso.
– ¿Y la guitarra?
– Conocer un instrumento implica internalizar en su sonoridad, descubrir qué posibilidades concretas, reales y mágicas y escondidas también tiene ese instrumento para ofrecer. Escucho, me gusta mucho, me deleito con aquellos que tocan muy bien la guitarra, aunque sólo se dediquen a la ejecución, porque me da mucho placer cuando encuentro gente que, además de conocer el diapasón, le saca espíritu, alma, corazón, llanto, alegría, sentires a la guitarra. La guitarra es un instrumento que tiene secretos guardados sólo para la persona que puede y tiene el don de desentrañar esos misterios. Bueno, uno de ellos era Atahualpa. Hoy en día, una persona que a mí me gusta mucho como toca, como acompaña, como dialoga con quien canta es Pedro Rossi. Si tuviera que tomar clases de guitarra, lo haría con él. Todo esto viene a colación porque no hay tal simpleza, en esa puesta escénica de una persona tocando una guitarra. En esa figura hay un montón más de cosas que suceden. Mil mundos. Por ejemplo, el Chango Rodriguez fue uno de los compositores, sino el único tal vez que me inspiró, me proyectó a ser guitarrista. A trabajar sesudamente el instrumento.
Su recorrido es amplio y profuso. Tanto en aparcería y compañía como también, y sobre todo, en plan solista. Maldita huella (2008) y Horizonte infinito (2009) junto al exquisito guitarrista Carlos Moscardini, su debut solista con Canciones brotadas de mi raíz (2011) seguido de En desmesura (2013), La Madrugada (2015), Abrazo (2020) y Material urgente (2023, junto a la bandoneonista Milagros Caliva). Su centro tonal, el folclore. La canción popular. Basta con revisar su repertorio, las canciones, los autores y las autoras elegidas: anónimos populares, recopilaciones de cuecas, de bailecitos; Violeta e Isabel Parra, Canaro, Eduardo Falú, Simón Díaz, Javier Solís, Lhasa de Sela, Chango Rodríguez, Camila Vaccaro, Spinetta, entre otros. Más algunas composiciones propias y coautorías. Entre canciones hartamente conocidas y joyas casi incunables. Por allí ha pendulado, buceado. Un mapa posible, un territorio que tiene sus algunos berretines. Su guitarrística, sin apuntar al virtuosismo, tiene algo de Carnota. Esto es: un modo que por aquí o por allá encuentra su propio yeite.
– ¿Se podría definir tu canto como uno que no duda, que no da lugar a ello?
– ¿Dudar en tanto uno no esté creyendo en lo que escucha? Porque es cierto que uno espera creer en lo que está escuchando. O que por lo menos haya una sinceridad, una verdad propia en eso que se está entregando al otro, en ese hecho artístico. Y a veces suele suceder en que uno escucha y duda en función de esa verdad que uno busca encontrar o pretende encontrar en un hecho artístico. Yo creo que mi canto puede, en definitiva, no gustarte, puede resultarte corrosivo, puede generarte incomodidad. Incluso puede ser perfectamente rechazado apenas se oye, pero no creo que se pueda dudar. No hay lugar a duda porque, justamente, trabajo en pos de una sonoridad lo más verdadera posible. Desde mi subjetividad, desde mi mirada del mundo, desde mi manera de sentir trato de que todos esos componentes que conforman a mi ser, estén manifiestos en mi sonoridad. Por supuesto, también en la elección del repertorio, que conlleva a qué se canta, qué se dice, qué se declama en esas palabras.
Y agrega: “Muchas veces hay una canción simplemente de amor o de desamor que elijo cantar y ahí estoy contando una historia personal, o de alguien muy cercano que conocí, o de un familiar. En fin, algo íntimo. No es necesario decir nombres propios, sino escuchar y entender que en esa sonoridad, de repente, aparece una verdad. Que puede no ser la verdad de la persona que yo estoy evocando pero es mi percepción de eso que yo vi y que me hizo cantar y elegir tal o cual canción de amor. Una llana canción de amor o de desamor. Justamente, muchas veces me tomo de canciones muy clásicas para que, el que escucha, sienta una base sonora y encuentre otra cosa en esta versión. Y de eso depende mi sonoridad. Por eso digo que lo más verdadero que tenemos no es el canto en sí; sino la sonoridad de un cuerpo.
Ella suele cerrar sus shows con un grito. Uno de guerra, quizás. Ajeno pero que, parafraseando y con el correr del tiempo, ha hecho propio. Le pertenece a Susy Shock. Cada vez, como coda: mucha vida, poca vergüenza.
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«La canción pretende finalmente ser un abrazo a quien la escucha. Y en eso, una celebración. Es un territorio a habitar». Fotos: Gentileza de la artista.
Dice, Jury: la sonoridad de un cuerpo.
Y vaya si es vasto el hilo que se desprende de ese carretel. Porque justamente uno de los rasgos que distingue a «la Jury» -como se la conoce y le dicen tantos en el ambiente- es su voz. Mejor dicho, su interpretación. Mejor dicho, sus modos y maneras de cantar. Mejor dicho, todo eso que brama cada vez que abre la boca. Rabioso, furibundo, estallado en iras y amores. Por momentos, un canto como poseído, una voz que la lleva el diablo, cargada de historias. Y de historia. Los Jury, las historias contadas, ¿recuerdan lo del linaje que trae? Y eso, está en sus vivos, en sus presentaciones, en la tracción a sangre que nunca en los discos queda registrado del todo. Lo dicho en aquel primer párrafo improbable: escucharla cantar y ver sus interpretaciones no es algo pasajero.
Entonces, es que enumera algunas referencias, algunos nombres desde la cual se la puede pensar y enlazar: Nacha Roldán, Lhasa de Sela, Violeta Parra, Chavela Vargas, Liliana Herrero.
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No, no es que en el repaso de su discografía haya pasado de largo. Simplemente merece párrafo aparte. Hacia 2014 editó, junto a Gabo Ferro, El Veneno de los milagros. Aquel disco significó un parteaguas en su derrotero. Ese don de Ferro: un rayo de luz que cambiaba para siempre lo que tocaba o simplemente rozaba. Canciones como conjuros. Todas letras y composiciones de Gabo, cantadas por ambos. La ecuación, sencilla: Gabo las escribió pensando en la Jury, en su voz, en sus modos. Canciones como ofrendas, también. No se confíen: si van a aquel disco o si vuelven sobre esas canciones verán arder el aire. Un ejemplo de esa alquimia: la tremenda Tanto sí para dejarte.
– La figura de Gabo es algo muy, muy presente en tu recorrido. Aún en su ausencia, sigue siendo pura presencia. Esas afinidades que los unían trascienden el tiempo y lo puramente artístico y musical
– Gabriel tuvo la generosidad infinita de escribirme y decirme que le gustaba mi manera de cantar y lo que hacía y que quería hacer algo conmigo. Y ahí trabamos no sólo una propuesta de trabajo conjunto sino también una cuestión que pertenece ya a los designios del destino ¡y al amor! Forjamos una hermandad. Lo nuestro más que una amistad fue una hermandad. Y lo sigue siendo. Por supuesto que modificó, mejor dicho, construyó cimientos estéticos, poéticos, filosóficos que se instalan en la construcción de mi forma de ser y en mi manera de abordar la vida. Y como cimientos que son, son inalterables. Son parte de mi constitución. Y eso no se va a ir nunca más, va a estar en mí. De hecho, justo hablaba hace poquito con Silvio Fariña, el viudo de Gabo, y le decía que sentía que El veneno de los milagros, ese disco increíblemente fuerte, es un resumen del destino de mi vida. Marca los pasos de mi vida y todas las experiencias por las que estoy pasando. Es como un objeto misterioso, poderoso que tengo a mano para revisar mi vida: la del pasado, la del presente y la del futuro. Ni más ni menos que eso representa ese disco. Sinceramente creo que no va a haber un disco que pueda acompañarme así, de este modo. No, no lo va a haber. Fue solo con él. Y está conmigo presente tanto o más que cuando lo conocí. Nuestro vínculo, nuestra relación sigue siendo activa. Absolutamente activa. Siento mucho su presencia.
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Hace ya más de una década, en una entrevista con Mariano del Mazo ella dijo: “el tiempo y el amor son los únicos elementos que tenemos en este plano”. Parece perdurar, aquello. Y ampliarse. Porque ahora dice: “para mí es muy sencillo. Y va más allá de lo tiempos y de las épocas. La canción y el tiempo siempre estarán. Para mi la canción siempre fue, es y será un puente hacia uno mismo. Un puente entre el amor; el amor y todas sus aventuras. La canción pretende finalmente ser un abrazo a quien la escucha. Y en eso, una celebración. Es un territorio a habitar”.