Símbolo del imprescindible lazo entre los latidos ancestrales y la sonoridad contemporánea, Leda Valladares fue, además, una profusa escritora aunque esa actividad quedó oculta detrás de sus andanzas musicales. Desde Tucumán y con El latido de las cosas Fabiola Orquera recupera esa memoria y potencia los contornos de una mujer que pensó, sintió e hizo atravesando los tiempos.


La figura de Leda Valladares, reconocida puntal de la puesta en valor de la tradición oral y el canto anónimo como asunto medular de la música popular argentina, suma ahora y gracias al libro El latido de las cosas, una faceta literaria que contribuye a seguir dimensionándola.

La mirada afilada y curiosa de la profesora, Doctora en Letras e investigadora del Conicet Fabiola Orquera pone en superficie una vertiente oculta y da renovada espesura a una personalidad saliente de la cultura de un tiempo que sigue aguijoneando al presente.

El voluminoso ejemplar coeditado entre la editorial de la Universidad Nacional de Tucumán y la Facultad de Filosofía y Letras recoge un grupo de poemas publicados en la revista tucumana Cántico (1940), en el folleto La estrella en la rosa (1943) y otro en un boletín del grupo literario Tala (1949); sus libros Se llaman llanto o abismo (1944), Yacencia (1954), Mutapetes (1963), Camalma (1971) y Autopresentación (1978); un ensayo en el libro A Fryda. Homenaje de sus amigos (1978); y colaboraciones en las revistas Sur y Folklore, en la página literaria del diario tucumano La Gaceta y en otros medios de periodismo cultural.

Portada de El latido de las cosas.

La imponente investigación añade entre sus documentos tres cartas a Victoria Ocampo, el folleto La estrella en la rosa (1943) y otro en un boletín del grupo literario Tala (1949), mientras que la Licenciada y Doctora en Letras Soledad Martínez Zuccardi halló poemas de Leda en las antologías Provincias y poesía (1961), de Nicolás Cóccaro; Poesía de Tucumán Siglo XX (1965), de Gustavo Bravo Figueroa; Antología poética tucumana en el sesquicentenario (1966), de José A. Cresseri; y el tomo II de La generación poética del cuarenta (1980), de Luis Soler Cañas, al que puede añadirse la compilación de Daniel Mujica La erótica argentina (1994) que contiene los poemas El amor es un asunto de entrañas y Cuando un pecho….

La abundante obra literaria recogida exhibe que Valladares, nacida el 21 de diciembre de 1919 en Tucumán, gestó allí un universo tan importante como el que desplegó en el campo musical, además de haberse formado como filósofa y cultivar la educación popular.

“Yo hice este libro como una especie de justicia con ella o de agradecimiento porque primero fue escritora y eso tuvo un rol relevante en su vida, pero dejó de lado su escritura, su lugar de escritora, porque se le puso que había que rescatar esa música que la había cautivado e irrumpe en Leda el afán por entender al sujeto popular, al pueblo”, subraya Fabiola Orquera durante una conversación con De Coplas  de paso por Buenos Aires donde presentó El latido de las cosas en la Universidad Nacional de las Artes.

En ese relato acerca de Leda y la escritura, añade que “a ella la descubre, entre comillas, la jujeña Amalia Prebisch de Piossek que es como la intelectual mujer más famosa de Tucumán hasta los años 40 y esposa de quien fue rector de la Universidad y parte de una familia de intelectuales. Entonces Amalia está en un jurado en un concurso en el que participa Leda y sale elegida para publicar en una revista que se llamó Cántico y que editaba la Facultad de Filosofía y Letras. De la mano de Amalia, además, conoce al matrimonio platense integrado por el pedagogo Juan Mantovani y la escritora Fryda Schultz que era secretaria de la revista Sur y muy amiga de Victoria Ocampo”.

El apunte de la investigadora recibida de Master of Arts en la Universidad de Rutgers y Ph.D. in Spanish en la Universidad de Duke (ambas de Estados Unidos), no solamente refiere los aspectos más conocidos de la trayectoria de Leda Neri Valladares Frías, sino que en el texto se da cuenta de ese recorrido y entonces funciona, además, como certera biografía de la artista.

Leda Valladares nació el 21 de diciembre de 1919 en San Miguel de Tucumán en el seno de una familia acomodada y culta y era hermana menor de Rolando «Chivo» Valladares, un exquisito y notable músico y compositor (autor, entre otras maravillas, de Subo, Baguala del chaguanco, Noches de luna y Zafras de canto).

Orquera detalla que “su madre Aurora venía de la prosapia patricia de los fundadores del pueblo santiagueño de Frías y su padre Delfín era escribano de gobierno, además de cantor y poeta. Ambos tenían mucho vínculo con la música y con el mundo cultural tucumano”.

El latido de las cosas da detallada cuenta de los extensos y reconocidos caminos literarios poniendo en valor los alcances de aquella caligrafía que fue dejada de lado ante el deslumbramiento por las músicas ancestrales que Leda se propuso alumbrar, reunir e incorporar como material a la geografía sonora del país.

«Estaba en Cafayate, una noche de Carnaval y tenía 21 años. Me desvelaron tres mujeres que se detuvieron frente a mi balcón. Yo nunca había oído hablar de la baguala. Después de escucharlas me prometí recuperar semejante regalo de la tierra. Tomé una especie de conciencia bastante trágica de un país que estaba al borde de perder su historia, sus tradiciones, y nadie se daba cuenta que todo eso se estaba muriendo o ya estaba muerto», expresó sin maquillaje.

Fiel a su estilo visceral también supo señalar: «Mi misión en la vida –aseguró en otro apunte acerca de ese deslumbramiento- es reivindicar y desempolvar la historia de los héroes anónimos de la cultura popular: empleadas domésticas, peones rurales, músicos de desconocidas bandas municipales… El pueblo campesino nos enseña lo que los libros no dicen, lo que la cultura oficial ignora, lo que la petulancia desoye. Desde la experiencia de vida se hace temblar los cánones del docto».

Bajo la premisa axiomática de «antes de mirar el mundo me puse a oírlo», forjó una inspirada dupla con María Elena Walsh que, primero en Francia a inicios de los 50 y de regreso al país a mediados de esa década con la edición de dos volúmenes de Entre valles y quebradas (1957) inició la difusión de un rescate que entre 1960 y 1974 prosiguió la docena de álbumes con eje en el norte del país que bajo el título de Mapa musical argentino publicó el sello Melopea creado por Litto Nebbia.

Portadas de dos libros de Leda: Mutapetes y Camalma

“El arte silvestre de ranchos desolados y cielos grandiosos ya me iba subiendo a la garganta. América me vencía, me ordenaba, me embrujaba para siempre. Por algo era que al salir de esta tierra me fui con caja y guitarra, sin saber qué haría con esas armas. Solamente tenía en claro que llevaba la baguala por el mundo con toda su eternidad a cuestas”, puede leerse en la Autopresentación que integra El latido de las cosas donde sintetizó una actividad de canto y caja que decidió exponer y poner a consideración.

En una crítica con nombre y apellido a Carlos Vega, Isabel Aretz y Ramón Rivera, señaló: “Sin ayuda oficial, sin jeep, sin rentas, sin título de investigadora y con un modesto grabador he podido publicar una colección de documentos sonoros que testimonian nuestras fortunas musicales y que denuncian la extraña política de los centros de investigación musical. Es urgente conocernos y sembrar nuestro continente de discos documentales. Y es un derecho nuestro reclamarlos a los organismos encargados de estudiar nuestras raíces musicales” y con ese legado vivo se enlazó con artistas contemporáneos como Liliana Herrero o Raúl Carnota y también con figuras de la escena del rock entre las que se contaron Fito Páez, Pedro Aznar, León Gieco y Gustavo Santaolalla.

En otro tramo de ese capítulo de Autopresentación, Leda “grita”: “Y cantando una baguala con las limitaciones que puede tener una voz de ciudad acostumbrada a falsas modas musicales, trato de despojarme y recuperar la magia del canto primitivo…En la baguala aprendí los precipicios de la voz. De la baguala me fui más atrás, al mundo del pre-canto, anterior a la melodía. Ese antro humano donde la voz significa profundas emanaciones metafísicas…Para penetrar esa zona exploro la voz en sus guturaciones primitivas, en sus hechizos tímbricos con resonancias de flora y fauna. Indago su premúsica cuando es quejido, llanto o alarido, materia de angustia y desamparo original. Mi estética del vacío se enamora de la orfandad sonora de la voz porque implica marañas prenatales, ancestrales sonoridades psíquicas”.

El intenso andar de Valladares y los diversos puentes que fue tendiendo se interrumpieron hacia finales de los 90 al estar afectada por el Alzheimer y falleció el 13 de julio de 2012.

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Conocer lo propio

“A Leda yo no la conocía como escritora porque no se conocía esa faceta de ella. Siempre la he visto vinculada con el canto con caja e incluso cuando yo era chica ella ha ido a tocar a mi Escuela Sarmiento donde ella también cursó la primaria. Si sabía, por supuesto, acerca de su otro aspecto como egresada de la Facultad de Filosofía y Letras desde donde hace sus investigaciones folclóricas. Hay mucha metafísica en ese pensamiento ya que hay como un trasfondo, como un sustrato cultural muy antiguo, ancestral, milenario, porque básicamente ella piensa que eso sobrevive en ciertos cantares, básicamente en la baguala calchaquí que conecta al hombre con ese sustrato original y ella lo constituye como una especie de paradigma o de modelo opuesto al de la civilización o de la modernización de la industria cultural. También en ese sentido tiene mucho vínculo con la filosofía de Rodolfo Kusch (1922-1979), de quien además era amiga”, repasa Orquera.

-¿Cómo aparece en vos le necesidad de investigar el costado literiario de Leda Valladares?

-Bueno, yo hice mi doctorado en Estados Unidos, pero cuando estoy terminándolo hacia 2003, cambia el gobierno en Argentina y sale el programa de reinserción de científicos que estaban doctorados en el exterior y decido volver y me doy cuenta de algo sobre lo que no me había dado cuenta inicialmente y es que yo podía estudiar mis propios artefactos culturales sin necesidad de andar reproduciendo el paradigma de Buenos Aires.

Fabiola Orquera.

-¿De qué manera empezás a tomar nota de ese camino?

-Cuando volví me puse a diseñar un proyecto que tenía que ver tanto con materiales que tenían que ver con la recuperación de lo que era el campo cultural de Tucumán antes de la última dictadura. Y ahí estaban Atahualpa Yupanqui (1908-1992), el cineasta Gerardo Vallejo (1942-2007), José «Pepe» Núñez (1938-1999) y otro montón de personajes que actuaban en el campo de la cultura y en ese contexto también empecé a trabajar sobre Leda queriendo reconstruir el mapa musical de la Argentina que ella supo proponer pero haciendo esa actividad me topo con ella como escritora.

-¿Cuáles características te parecen centrales de la escritura de Leda, de ella como autora?

-Ella ha trabajado mucho sobre la intimidad y en su poética también aparece la soledad. Leda se ha preguntado mucho sobre sus propias emociones y se ha hecho planteos metafísicos profundos tal vez por pertenecer a una generación influenciada por Rainer Rilke y a partir de su amistad con Olga Orozco. Y también ha trabajado un poco sobre la cuestión del mal o de fuerzas profundas que podían ser oscuras también. O sea, se ha centrado un poco en todas esas dimensiones, además de haber escrito sobre el canto y por lo tanto cultivar una poética que ha tenido que ver con la musicalidad. Otra particularidad era la de retomar poemas o parte de las obras anteriores y las volvía a reescribir y retomar y hacía ese ejercicio de manera constante.

-Toda una búsqueda…

-Totalmente. En esa práctica volvía a aparecer la cualidad en cierta medida catártica de su escritura, de hundirse en esas profundidades para salvarse un poco y sostener la idea del estar estando que después va a encontrar en Kusch y que tiene que ver con una atracción en torno al tiempo indígena, al tiempo lento del afuera de las ciudades.

-¿Qué implica estar investigando y pensando la cultura argentina en este contexto social y político?

-Es difícil y a la vez necesario. La cultura necesita siempre ayuda y apoyo estatal para su fortalecimiento y tendríamos que trabajar en muchas mejores condiciones en lugar de hacerlo contra viento y marea como sucede ahora. En definitiva creo que hay que construir siempre desde lo que se hizo antes y para eso hay que poder conocerlo y estudiarlo, sobre todo en momentos como el actual donde estamos tan vapuleados.

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