Franco Luciani: “En este tiempo de crueldad hay que mostrar la belleza del mundo”
Luego de Diez piezas breves para armónica cromática, el armoniquista de 43 años encara nuevos proyectos entre el folklore, el tango y el jazz; se prepara para volver a tocar con Egberto Gismonti y ofrece una mirada del tiempo actual: “Están tratando de adormecer la sensibilidad”.
Franco Luciani deja la armónica cromática unos minutos, observa sus caminos por venir y suspira: “Podría estar en un millón de cosas a la vez, pero trato de ordenarme lo más que puedo. Los nuevos proyectos comienzan a andar”. ¿Cómo avanza hoy el celebrado armoniquista de 43 años? ¿Hacia dónde mira, con la música popular argentina en su respiración -entre el folklore, el tango y el jazz- para seguir en creación permanente?
Las coordenadas son nítidas. Luego, y a la par, del abarcador proyecto Diez piezas breves para armónica cromática (plasmado en disco, video y partituras digitales para ampliar el estudio del instrumento), Franco Luciani abre nuevas ideas, con otros músicos, “en este año de tanta actividad: por ahí la segunda mitad de 2025 me vea grabando bastante. Cada deseo potencia el siguiente”, confía el armoniquista rosarino. Desde Buenos Aires, donde vive hace años, Luciani tiene en mente tres planes por venir. ¿Cómo los despliega?
El más nuevo es un dúo con el pianista Hernán Jacinto, el cual consiste en grabaciones y conciertos, y con el jazz en diálogo con la música popular local. Otro sendero -que ya tiene unos años- es el de Franco Luciani & La Eléctrica Criolla, alrededor de los cruces entre el jazz, el folklore y el tango. Y el tercer plan es Ritual criollo, con su pareja y madre de su hijo Arandú: la cantante santafesina Victoria Birchner. El 5 de agosto, uniendo armónica, voz, guitarra y bombo, ellos se habrán presentado en el bar notable Los Galgos, de Buenos Aires, en plena sintonía familiar.

Franco Luciani. Fotos: Gentileza del artista
¿Cuál el espesor de Ritual criollo, este encuentro de música y amor? Lo visibiliza Luciani: “Ambos compartimos lo que suena en casa, lo que sentimos y nos atraviesa día a día, alrededor de grandes obras del cancionero popular argentino. En guitarra nos acompaña el cordobés Hernán Reinaudo. A este proyecto le empezamos a dar mucho ímpetu ahora, pero es obvio que compartir con Victoria no es nuevo para mí. De hecho, en 2022 lanzamos un tema, Coplas de la orilla, que nos representa muy bien porque habla de nuestra provincia de Santa Fe. Hemos grabado otras cosas, pero aún no decidimos editarlas”.
–¿Qué significa para vos este Ritual criollo junto a Victoria Birchner?
–La armónica está muy presente y está la voz de Victoria, que es una artista que está creciendo muchísimo. Eso es algo que me da mucha alegría, porque desde mi lugar de familia, de pareja, y con nuestro hijo, siempre fui a su lado, muy consciente de su potencial, y viendo todo lo que ella construía. Victoria está tomado el lugar que merece como nombre propio en la música argentina. En Ritual criollo también cantamos los dos, yo le hago coros y queda muy lindo. Hay chacareras que directamente cantamos a dúo. Es un proyecto que empezamos hace mucho y que ahora hacemos mucho más seguido.
El repertorio de Ritual criollo “es muy ecléctico y hay cosas mucho más improvisadas. Hay chacareras como Pancho Raco o Coplitas pa’ mi aguatera que están hechas bien sencillitas para que escuche y baile todo el mundo. Y por incentivo de la propia Victoria -algo que yo le agradezco mucho- retomamos algunas composiciones mías que ella había grabado, como Mi copla enredadera, que yo hice con Raimundo Rosales, y cuya versión está en YouTube. La verdad, nos divertimos mucho con este proyecto y, seguramente, vamos a grabar un poco más”.
“¿Por qué no nos juntamos a tocar algo juntos?”, se dijeron Franco Luciani y el pianista Hernán Jacinto tras varias confluencias. ¿Cuáles? “Él estuvo como invitado en la banda de Ligia Piro, en un concierto en Bebop Club, donde yo toqué”, cuenta Luciani. “Luego compartimos cuando vino un querido colega, el armoniquista suizo-estadounidense Grégoire Maret: él me invitó y Hernán Jacinto estaba en la banda. Entonces nos gustó la idea de juntarnos: Jacinto es un tremendo pianista, incluso en su concepto de la armonía y de la improvisación. Pero, además, siempre me gustó el uso que tiene de los sintetizadores, de los teclados: de todo ese universo. Cuando está bien usado, eso me encanta”.
–¿Qué sucede en tu encuentro con Hernán Jacinto?
–Es muy lindo lo que pasa con la armónica. Yo también uso otro tipo de instrumento, algunos pedales, y se arma una cosa muy interesante. Jacinto es de acompañar a nivel tímbrico con su voz, yo canto algunas cosas, toco un poco de percusión, y es un dúo muy rico: nos entusiasma. Como primicia, estamos grabando en su casa: haremos un disco de a poco, de forma muy relajada. Y el repertorio es muy ecléctico: hay cosas de folklore, de jazz y de tango. Pueden convivir Rubén Rada con Wayne Shorter, Fito Páez o Peter Gabriel, alguna composición folklórica mía o algún tema de Carlos Gardel. Así que el lenguaje está dentro de un contexto muy amplio y heterogéneo. Tocamos seguido en Virasoro, que es un pequeño club de jazz, y en octubre nos encontraremos en el Centro Cultural Borges.
El proyecto de Franco Luciani y Hernán Jacinto “aún no tiene nombre -dice el armoniquista-. A veces le ponemos Dúo ’81, porque los dos somos de ese año y Jacinto es un mes más grande que yo. Estamos muy entusiasmados”. Y Luciani piensa en el otro proyecto que encara, aunque más esporádicamente: la Eléctrica Criolla. Este quinteto se completa con Abel Rogatini al piano, Ramiro Farb en guitarra, Pablo Motta en bajo y Diego Alejandro en batería, “y consiste en folklore, tango y algún standard de jazz tocado de una manera folklórica”, explica.
Aquí Luciani divisa algo en común con el dúo con Hernán Jacinto: “Hay un tronco más jazzero y hay improvisaciones más largas, pero yo siempre lo veo desde el lugar del músico argentino. Ambos proyectos tienen un poco la impronta del world music del jazz, pero con los elementos propios de nosotros”. Y también conecta, allí, al trío que tiene con Pablo Motta en el contrabajo y con Hernán Reinaudo en guitarra: “Por más que haya un elemento extra, a mí me gusta mucho mantener las formas folklóricas, ya sea de una zamba o de una chacarera. Sostener la estructura tradicional”.
–¿En qué sentido ves la tradición desde los ensambles que compartís?
–No lo digo desde una cuestión estática. A mí me gusta una frase que dice que “la tradición no es la adoración de las cenizas, sino el traspaso del fuego”. Desde ese lugar siempre hay riqueza y se puede jugar un poco. En el proyecto con Hernán Jacinto, por ejemplo, desde la música folklórica y tanguera me acerco a los elementos de la improvisación del jazz, y él lo hace al revés. Entonces se genera un encuentro particular: están los dos lenguajes presentes. La idea es que ambas cosas hagan un encuentro real. Para eso tiene que haber un conocimiento de ambos géneros. Esa es la única forma de que se dé una verdadera mixtura.

Victoria Birchner, Hernán Reinaudo y Franco Luciani. Fotos: Diego Nucera
La armónica cromática y su desarrollo
En 2025 Franco Luciani volvió a ser ganador -diez años después- del Diploma al Mérito del Premio Kónex, en este caso como Mejor Solista Instrumental (entre los cinco mejores de la década). Y la armónica también se expande en sus manos con pedagogía. El 13 de diciembre de 2024 editó el disco Diez piezas breves para armónica cromática: el primer vector de una iniciativa que se completa con un registro audiovisual, en su canal de YouTube, y una edición digital de partituras (por la editorial Mil Campanas). ¿Su sentido? Aportar un material clave para poder ampliar el estudio, el conocimiento y las posibilidades de la armónica cromática, aquí y en el exterior.
¿Cómo lo ve Luciani en perspectiva? ¿Qué puertas abrió el proyecto integral, cuyo disco fue nominado a los Premios Gardel 2025 en el rubro Mejor Álbum Instrumental – Fusión – World Music? “Es muy difícil ver ahora el potencial que está generando, porque es muy reciente -evalúa-. El mismo mundo de la armónica cromática, si uno lo compara con otros instrumentos, tiene una historia muy reciente: todavía no está presente a nivel académico en la mayoría de los países”.
Luciani encaró el proyecto Diez piezas breves para armónica cromática en base a su propia experiencia: “Cuando yo empezaba a estudiar armónica no encontraba material escrito para el instrumento, o encontraba muy poco. Y si bien está creciendo mucho, sigue teniendo esa carencia. Entonces, lo que traté de hacer con estas diez obras es darle a otra persona lo que yo alguna vez imaginé cuando empecé a tocar la armónica. El disco se llama Diez piezas breves para armónica cromática porque están hechas para la formación, a la vez que para ser escuchadas: duran ocho, diez, doce, veinticuatro compases, no mucho más, y con alguna repetición. Son pequeñas obras pensadas específicamente para el instrumento”.
Y elige hacer un paréntesis: “A algunas de ellas yo las uso como introducciones en mis conciertos. Por ejemplo, A vos milonga la toco antes de hacer la milonga A vos te encanta: empiezo solo y después entra la banda. Así que este proyecto es muy nuevo: están las partituras a la venta online, en la web de la editorial, y están los videos en mi canal de YouTube. Además, va a salir un libro físico, por Mil Campanas, que espero llevar al exterior. La idea es que esto empiece a volar. Lo venía pensando hacía años y estoy muy feliz”.
–¿Qué más aristas tiene el proyecto Diez piezas breves para armónica cromática?
–A las obras, si se adaptan, las puede tocar cualquier instrumento. Pero es un repertorio pensado específicamente para el mundo de la armónica, en el cual estoy muy bien considerado después de tantos años de trabajo. Y otra cosa que es interesante es que las diez obras están basadas en música argentina y regional. Ya en el futuro podrían venir otras piezas breves para armónica cromática, aunque también podría ser el punto de partida para hacer obras más amplias, más extensas. Pero yo no quiero que esto sea algo muy complejo que podamos tocar y leer sólo cinco o seis tipos: deseo que la gente que ya entiende bien el instrumento pueda leer por lo menos dos obras de manera progresiva. El mundo de la armónica cromática crece en la Argentina y en el mundo.
–¿Cuál es tu sueño aún no cumplido con el instrumento? ¿Que sea más considerado en lo sinfónico, por ejemplo?
–Yo lo que anhelo es que pueda ser frondoso lo que ya existe. Si miro veinte años para atrás, me digo: “¿Cuántas cosas que quería pude cumplir?”. Pude tener un nombre propio con la armónica y en la música argentina, aquí y en el exterior, desde que allá por 2008 viajé acompañando en gira nada más y nada menos que a Mercedes Sosa. Ya pasaron diecisiete años y un montón de viajes. Y desde el mundo clásico yo tengo dos sueños cumplidos. Uno es haber interpretado el Concierto para Armónica y Orquesta, del maestro brasileño Heitor Villa-Lobos: lo estrené con la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario en el Teatro del Círculo de mi ciudad. El otro sueño fue que el gran compositor Esteban Benzecry me dedicara su Concierto para armónica Wirin (que significa “desarrollo de tejidos” en mapuche): fue un encargo del Cuarteto Gianneo, que lo estrenó en noviembre de 2018 en el auditorio de Radio Nacional, conmigo como solista.
Después la obra “se adaptó y extendió para orquesta de cuerdas, en noviembre de 2019, junto a la Orquesta Juvenil Nacional José de San Martín, en un ciclo en el Centro Cultural Kirchner. Así que puedo decir que existe una obra de un gran compositor argentino en el mundo, escrita para mí. Aunque tampoco la he tocado tanto”, confiesa Luciani. ¿Cómo pervive, en él, el mundo sinfónico para armónica? “Casualmente, el mes pasado volví a agarrar las partituras del concierto de Villa-Lobos y de Wirin. En ambos casos, se supone que hay que tocarlas de memoria y es un gran desafío”, dice.
–¿Qué otra experiencia sinfónica te marcó?
–El 8 de julio fui parte del Concierto Sinfónico Homenaje a Mercedes Sosa en el Teatro Argentino de La Plata, en el marco del 90° aniversario de su nacimiento. Hubo hermosos arreglos orquestales de Julián Caeiro y Pablo Marino, sobre grandes éxitos de Mercedes. Ahora venimos pensando hacer otras cosas, o sea que el mundo sinfónico siempre está latente para mí.
Egberto Gismonti y la belleza del tiempo
Franco Luciani tiene otro goce por delante: el 28 de agosto, en el Teatro Coliseo de Buenos Aires, será parte del concierto Celebración Universo Gismonti, con el ícono y multiinstrumentista brasileño Egberto Gismonti, más el cellista Jacques Morelenbaum y el guitarrista Daniel Murray como los demás invitados. Será un recorrido por las cinco décadas de exploración sonora de Gismonti, en “un diálogo entre culturas y generaciones, y un homenaje vibrante a uno de los compositores más influyentes de nuestro tiempo”, como dice el comunicado oficial.
Luciani y Gismonti ya se habían encontrado en 2017, en el CCK, cuando el armoniquista se sumó a la versión del clásico Agua y vino, del brasileño. ¿De qué manera Gismonti influyó en su búsqueda musical? Luciani piensa unos segundos y dice: “Gismonti es un músico que desde la guitarra y el piano marcó a instrumentistas, y no sólo instrumentistas, de todo el mundo. Cuando estuve con él en el CCK una colega me dijo: ‘Tocaste con el sensei, ¿no?’”. Y para Luciani eso refleja su impronta: “Es un gran maestro y sus obras pueden ser muy pianísticas o muy guitarrísticas, pero no se limita a eso”.
Además “yo lo siento muy cercano, porque Gismonti siempre fue muy influido por las músicas de su tierra, de cara al mundo. Estamos hablando de un músico de nivel internacional como pocos. Además, tiene una apertura muy grande: es realmente un universo. Acá estoy, eligiendo repertorio con él: tocaré una o dos obras y algo al final, que tiene un desarrollo”. Un plan muy distinto a lo que ocurrió en 2017 en el CCK: “Esa vez fue algo inmediato que surgió a la tarde y fue mágico lo que sucedió. Quién lo hubiese pensado. Fue como caminar por la cornisa, pero disfrutándolo”.
Luciani profundiza: “Creo que es todo un evento que Egberto Gismonti vuelva a la Argentina. Es un músico con cincuenta años de carrera: no hay que perder a estos grandes maestros en este mundo de gran confusión de hoy. Yo no quiero parecer un tipo al que le pasan los años y que se vuelve reacio a algunas cosas, pero hoy es todo muy inmediato, y para determinar estas expresiones musicales hay que sentarse, concentrarse, saber escuchar y saber tocar. Estos músicos nos han enseñado esa manera de ver el arte, así que me parece que hay que sostener cierta postura alrededor de la música.
–Tiempo atrás dijiste que vivimos en un tiempo muy individualista y de mucho egoísmo, pero que las nuevas generaciones pueden ser mejores. ¿Tenés una mirada positiva respecto del futuro?
–Yo creo que sí. Uno puede ver crueldades, hoy, y no entender cómo se les tiene esperanza: cómo una parte de las nuevas generaciones les tienen fe a esas crueldades. Pero yo también creo que, a veces, uno necesita tocar fondo para desde ahí dar el envión. Claro, el proceso de la caída -o de experimentar ese dolor- es duro y se pueden perder muchas cosas. Aunque yo tengo esperanza en que también se pueden recuperar. No sabemos cuánto pueden durar los momentos difíciles, pero en el último suspiro de la esperanza quizá pueda darse ese traspaso del fuego del que hablaba antes. Creo que es un momento muy cruel, de mucho individualismo. Y en este tiempo de crueldad, dentro de lo que podamos, hay que mostrar la belleza del mundo y contraponerla a las cosas feas. Quizá es lo que se necesite para hacer el contraste. Y el arte es algo fundamental para eso. Sería un tremendo error verlo como algo secundario. Hablo de nuestra soberanía como seres humanos y de esa palabra fundamental que están tratando de adormecer: la sensibilidad.