La compositora, cantante y guitarrista editó un disco nuevo el año pasado. Dar a sombra compila temas propios y otros del cancionero. Tiene como invitados a Maca Mona Mu, Rodrigo Carazo y Andrea Bazán, y a Juanito el Cantor como productor musical. “La música me permite sugerir más que afirmar. Por eso elegí una estética más implícita, tanto en las letras como en el sonido”, dice.


Una aventura a las complejidades, incertidumbres y mutaciones del ser. Un viaje a las profundidades del corazón. A veces claridad, a veces oscuridad, a veces gris. Y todo eso junto. Por esos estados y sensaciones transita el nuevo disco de la cantante, compositora y guitarrista Flor Giammarche, Dar a sombra (2024). A lo largo de nueve canciones, el disco propone un recorrido por la música de raíz folklórica de la región a través de composiciones propias y de otros autores, como el uruguayo Pitufo Lombardo, el argentino Juanito el Cantor y el universal Atahualpa Yupanqui. “Siento que en este disco hay un recorrido por la dualidad de la existencia: a veces una puede apagarse incluso cerca de lo que solemos llamar luz, y sin embargo, en la sombra más íntima brotan semillas que esperan, a su ritmo, volver a florecer”, define Giammarche.

Con producción musical de Juanito el Cantor, el álbum fue grabado y mezclado en su estudio, Sale la Luna. Allí, Giammarche encontró el lugar para transmitir el sonido de un disco atravesado por la austeridad, la calma, el silencio, la reflexión, la intimidad, el dolor y la vitalidad de la vida. En su segundo disco, Giammarche asume la sombra como lo que es y le pone el cuerpo, es decir, palabras y voz. «Ya no mido el horizonte, riego mis pasos», canta en la que abre el disco, Riego mis pasos, una canción de su autoría. «¿Qué pasa cuando estás teniendo miedo? ¿Qué pasa cuando estás sintiendo que la noche caerá por dentro?», se pregunta en la segunda, El miedo, compuesta por el productor del disco y Licina Picón. «La paciencia, la esperanza, los fantasmas, el vacío/ Pero el tiempo, el tiempo, el tiempo», entona luego al borde del llanto en Materdar.

«El arte es una zona donde no se corre, donde algo se detiene para que otra cosa más honda pueda aparecer». Fotos: Gentileza de la artista

“Siempre sentí que los discos pueden ser postales de diferentes momentos de la vida, piezas de un rompecabezas. En este caso en particular me interesaba mucho ser sincera con el momento que estaba transitando”, explica la artista y docente. “Venía de pasar situaciones difíciles, atravesadas por búsquedas profundas, entre ellas la de la maternidad. Hay una pulsión cultural fuerte que nos empuja a extraer un aprendizaje o una luz de cada experiencia. Pero yo me revelo ante ese mandato de ‘encontrarle lo positivo a todo’. No se trata de oscurecer, sino de permitirnos habitar las zonas grises, los bordes, las preguntas sin respuesta”, entiende. “La música, como canal expresivo, me permite eso: sugerir más que afirmar, insinuar atmósferas antes que construir certezas. Por eso elegí una estética más implícita, tanto en las letras como en el sonido”.

 – ¿Te resultó difícil encontrar el sonido para este disco?

– El sonido se dio de una manera muy natural, porque justamente el objetivo era plasmar estas emocionalidades. Lo que buscaba era que la música fuese una prolongación de ese estado que me habitaba. Sabía que no iba en sintonía con lo que “suele vender”. Y aunque una siempre quiere que la música circule, esta vez el foco no estaba puesto ahí. Era una necesidad más interna hacerlo en este modo, para después poder seguir. Vivimos en un tiempo en el que todo parece acelerar, exigir respuestas rápidas, consumo constante. Pero sigo creyendo que el arte tiene una función distinta: puede ser refugio, sí, pero también espacio de resonancia y pensamiento. Una zona donde no se corre, donde algo se detiene para que otra cosa más honda pueda aparecer.

 – El disco incluye canciones propias y de otros autores, ¿Cuál fue el criterio para construir el repertorio?

El miedo es un tema que le vi a Juanito hace muchos años en un video que estaba grabado en una terraza, algo muy casero y al instante conecté. Con el paso del tiempo la temática se me fue haciendo cada vez más cercana y de algún modo me lo apropié. Era particular que Juan produzca una versión de su propio tema, pero le encantó la idea y fue generoso al incorporar una mirada diferente de su obra. Guitarra dímelo tú (Atahualpa Yupanqui) es una canción de mucha profundidad y había estado transitando como nunca esos momentos de intimidad e intensidad con la guitarra. El diablo en los carnavales (Pitufo Lombardo) es una bocanada de aire, un tema que tiene una simpleza sumamente bella y le hacía falta al disco. Es un descanso, una pausa necesaria. Cuando interpreto una canción que no es mía es porque algo especial me convoca; puede ser la letra, la música, el artista o algo particular que toca alguna fibra personal. Por un lado, busco ser “respetuosa” con la obra, pero siempre intento revisitar la composición, aportarle mi impronta y poder ofrecer una perspectiva diferente.

– ¿Y cómo fue el trabajo de producción de Juanito el Cantor? ¿Qué le aportó al disco?

– Con Juan somos amigos, él también participó de la producción musical de Tallovolar (2018) y me fue muy sencillo plantearle que esta vez había una idea diferente y delinear juntos el camino. Juanito tiene una visión muy atemporal de la música, cero prejuicios en relación con los diferentes géneros y eso es muy importante a la hora de homogeneizar la estética sonora que buscás. Además de productor, es un gran músico y eso siempre es un plus. En este caso grabó bajo, guitarra eléctrica, efectos y ahí también dejó su impronta.

En Dar a sombra hay tres artistas que colaboran: Maca Mona Mu aporta voz en El miedo; Andrea Bazán hace lo propio en Guitarra dímelo tú y Rodrigo Carazo suma percusión en El diablo en los carnavales, Más amor y El miedo. Son participaciones que logran comulgar con el tono del disco y trabajar a la par de Giammarche, nunca por encima. “Maca me parece una cantante genial, sentí que el tema amalgamaba con su estética musical y no tenía dudas que su voz lo iba a hacer crecer”, resalta. “Andrea es una gran amiga desde hace muchísimos años a quien quiero, admiro y me hace muy feliz cantar con ella. Juntas tuvimos un dúo que se llamaba Yerba Buena y este tema formaba parte de nuestro repertorio”, dice. “En el caso de Rodrigo fue una idea de Juanito que me gustó porque me encanta su música; tenemos muy buena onda y sentimos que podía aportarle una frescura diferente al tema”.

 – El disco termina con una canción casi a capela, Otilia, ¿Necesitabas que el disco culminara así, despojado, con poca instrumentación –suena un contrabajo sutil-, con tu voz bien al frente?

– Esa fue exactamente la intensión. Otilia es un tema dedicado a mi abuela con quien tuve una relación muy especial. Ella falleció durante la pandemia después de padecer varios años Alzheimer (en la canción lo nombro como “ese cruel alemán”), pero además condensa varias de las temáticas que aborda el disco; lo vincular, las diferentes etapas de la vida, la memoria, la pérdida, lo inapelable del paso del tiempo. Siento que Dar a sombra propone detenerse y el despojo sonoro de Otilia era un buen final y al mismo tiempo un punto cero desde donde retomar.

– ¿Cómo recordás la experiencia con el trío Aymama? ¿Fue clave en tu formación como cantante e intérprete?

– Mi experiencia con Aymama fue muy enriquecedora desde varios aspectos y lo recuerdo con muchísimo cariño y gratitud. Me dio la posibilidad de estar en escenarios muy importantes, compartir con músicos y músicas que admiro y siguen siendo referentes para mí. Fueron diez años con tres discos hermosos, con muchos reconocimientos, pero sobre todo me brindó la posibilidad de aprender desde lo profesional y lo personal, confirmando lo que quería seguir profundizando y también lo que quería comenzar a explorar.

– Aunque tu música trasciende el folklore, has transitado bastante por el circuito, ¿Qué lugar creés que tiene la canción de raíz folklórica en Buenos Aires hoy?

– La música en general no es ajena al momento que estamos viviendo como sociedad, pero más allá de eso creo que la canción de raíz folklórica está transitando un lugar interesante, sobre todo porque han cobrado una merecida visibilidad músicos que vienen del palo independiente y tienen contenido, tanto en las formas como en el fondo. Un modo de concebir la música que tiene raíces en referentes como Raúl Carnota que fue un precursor en esto de saltar los rótulos de géneros o en la misma Liliana Herrero que continúa cantando, conmoviendo y construyendo identidad desde una mirada que siempre invita a acercar, expandir e interpelar.

 

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