El cantautor chaqueño presenta su disco Álbum de memorias, en el que, con décimas y canciones, homenajea a sus maestros musicales y culturales de Resistencia: un puente entre generaciones con refinación litoraleña. Lo presenta el jueves 16 de octubre en Buenos Aires con Teresa Parodi como invitada.


–Esta es la canción de mi ciudad, Resistencia. Vengo de este lugar donde los creadores escribían y tocaban de una manera muy especial. Yo tomé ese barro e hice lo propio, pero es innegable que la canción es de ahí. Este es mi homenaje a todos ellos.

Dice el Coqui Ortiz y en su memoria viajan sus predecesores con la guitarra, la voz y la palabra: “Cuando escuchen mi nuevo disco Álbum de memorias -invita el cantautor chaqueño- van a decir: ‘El Coqui viene de allá’. No es que yo inventé o quise renovar la música folklórica o litoraleña, como dijeron de mí en algunos momentos. Todo lo que yo hago resuena en la canción de Resistencia”.

Desde ese barro afloran sus vívidos recuerdos con otros para avanzar. Aquí está, entonces, Álbum de memorias, el sentido homenaje del Coqui Ortiz a los maestros que, décadas atrás, forjaron su camino musical y su experiencia caminante. A los 53 años, con cuatro discos desde 2002 y un largo recorrido, el Coqui es uno de los cantautores litoraleños más sutiles de la raíz folklórica del siglo XXI: con la palabra justa y las hondas canciones que conmueven a los demás.

«Todo lo que yo hago resuena en la canción de Resistencia». Fotos: Kali Fotografías

Y en este Álbum de memorias celebra a esos compositores, intérpretes y bohemios sonoros que marcaron culturalmente a una generación de artistas de Resistencia: el Coqui Ortiz los versiona, los evoca con una larga serie de décimas personales -como hilo conductor del disco- y se rodea de grandes compañeros músicos para atesorarlos. Son doce canciones (ocho versiones y cuatro temas del propio Ortiz) en un mapa resistenciano que trasciende fronteras y que expone una búsqueda de largos años.

Narrar historias, abrazar a personajes, lugares y referentes cancioneros y decir lo propio: así es Álbum de memorias. ¿Cómo lo ve el propio Ortiz? Desde su casa en Resistencia sonríe con placidez y ofrece: “Esta es mi historia y lo que yo recuerdo de ella, pero también es una memoria colectiva: son los músicos con quienes tuve un contacto más estrecho, pero a la vez estoy ocupado en rescatar memorias de otros tantos para escribir un libro. En Álbum de memorias hice un recorte de trece artistas, tomé temas de ellos y en el disco invité a tocar a amigos más jóvenes: hice de puente entre generaciones”.

Y entretanto el Coqui Ortiz se dijo: “Al hilo conductor lo voy a escribir en décimas para presentar a cada uno de estos maestros, hacer versos conceptuales que hablen de cada canción versionada y una crónica de alguna historia”. ¿Qué sucedió cuando echó a andar Álbum de memorias? “La gente de Resistencia me devolvió una gran emoción. Incluso los chicos que no conocieron a aquellos referentes. Ni hablar los que vivieron aquellos años: me refiero a la década del ’80 y un poco a la del ’90, cuando arranqué a tocar, a salir por la ciudad a buscar a estos maestros y a encontrarme con ellos”.

En Resistencia, aquel era un mundo de bohemia “asociada a distintos lugares: a un bar, a una casa de venta de libros, a un estudio fotográfico, etc. Ahí se encontraban, tomaban mate, conversaban y yo andaba mezclado entre todos”, evoca el Coqui Ortiz. “Y si, como dicen, ‘recordar es volver a pasar por el corazón’, a este disco me lo debía porque yo soy un tipo memorioso y dije: ‘Quiero agradecer y poder hacerlo’. Pero no pensé que iba a tener el impacto que está teniendo en mi comunidad: quienes conocieron a esos personajes me buscan para contarme nuevas historias”.

Ortiz piensa en las canciones y los creadores que versionó en el disco: son Madrigal para un recuerdo, de Catalino Insaurralde y Cayetano Gaúna; A orillas del Arazá, de aquél y Lino Mancuello; Canción que nace, de Gustavo Viñas; Rosaura, de Alcibíades Ayala y Humberto Falcón; Cardocito goleador, de Bosquín Ortega; Guitarra cangüí, de Raúl Junco y Mateo Villalba; Hachero ité, de Oscar Gómez y Roberto Rodríguez; Coplas para José, de Miguel Ángel «Turco» Vera Azar y Zitto Segovia. Luego están El canto es un río, Boliche ‘La vaca atada’, Fruto y raíz, del Coqui Ortiz, y Los tonos del corazón, de él y Lucas Segovia.

¿Cómo los ve a todos juntos? ¿Qué siente al haberlos versionado en Álbum de memorias? “Es un poco la historia de la música popular, ¿no? -capta el Coqui Ortiz-. Están los artistas a los que la industria ha reconocido y cuya fama ha trascendido, y hay otros que no se fueron nunca de su ciudad, pero son importantes para esa comunidad”. En este caso “yo encontré que aquellas obras tenían mucho valor. Ahora está la doble emoción de traer ese pasado y la emoción que veo en los demás cuando reciben este Álbum de memorias”.

El cantautor chaqueño se remonta a alguno de sus propios conciertos: en su voz cantora, en su decir y en su guitarra siempre han estado las obras de sus maestros. “Suelo mencionar a los creadores de mi lugar y canto algo de ellos. La conexión musical con los que me marcaron un territorio musical es una revelación: el saber que me crié en una ciudad rodeado de tipos con un talento bárbaro y que hacían cosas lindas y bien hechas”. Por eso, “aun en el que parece el peor año de la historia de la Argentina -dice Coqui mirando alrededor-, el impulso fuerte hizo que surgiera este canto, este espíritu colectivo, y que haya podido terminar el disco”.

Lo presenta el jueves 16 de octubre a las 21 en Hasta Trilce (Maza 177, Buenos Aires) con Teresa Parodi como invitada. Y de su mapa musical ya habían brotado otros cuatro discos ejemplares, también editados por el sello independiente Shagrada Medra: Coqui Ortiz en grupo (2002), Parece pajarito (2005), La palabra echa a volar en el canto (2014) y Chamamé sentido (2023). “Después del primer disco, cuando yo iba en bicicleta a buscar unos micrófonos prestados, a ahora con otros recursos, siempre nuestro corazón de músicos, de poetas, de artistas, es el que va por encima de todo. Porque los tiempos ideales, en mi caso después de treinta años, nunca llegan”.

Pero sí pudo captar el tono de Álbum de memorias, en el que suenan Patricio Hermosilla en guitarra, Juan Mora en el piano, Luis Piedrabuena en el bajo “y en acordeón Sebastián Flores, de 18 años e hijo de Niní Flores. Luego están Facundo Rodríguez en guitarra, Julio Ramírez en acordeón y los hermanos Marcelo y Hugo Dellamea en voces y guitarras, más el canto de Sabrina Taborda, Leonardo Rodríguez, Néstor Ferreira, el cuarteto vocal Chaco Gualamba (Jorge Pinto, Quito Ocampo, Alberto Gómez y Mario Ozich) y mi propia hija Paloma Ortiz: es todo una gran emoción”.

A lo largo de Álbum de memorias “yo hago de relator de las décimas y sólo canto en algunos temas”, explica el Coqui Ortiz. “Las décimas de introducción del disco, en el primer tema, cuentan conceptualmente de dónde vengo, dónde me crie, cómo es la zona y para qué cantamos nosotros. Luego están las décimas que introducen cada canción y las décimas de despedida en el tema final”. Es un disco a modo de viaje y de manifiesto, desde el inicial El canto es un río, con los recitados del Coqui, hasta Fruto y raíz para cerrar el círculo.

Así arranca Álbum de memorias, con su voz por décimas y la virtuosa guitarra de Marcelo Dellamea acompasada de ríos: “Hoy les dejo, compañeros, mis versos en esta mesa. Porque no tengo riquezas más allá de estos arpegios. Es para mí un privilegio dejar cantando hasta el alma. Tal vez así encuentre calma ante el dolor de esta vida, que atravesada de heridas sigue de pie en la esperanza. Al modo de mis mayores iré trenzando esta historia. Suerte que tengo memoria, que es el tesoro del hombre. Porque si el tiempo la esconde en territorios de olvido pierde el cantar su sentido”. Y la guitarra respira en su compás litoraleño para presentar este Álbum de memorias.

–Coqui, para el disco escribiste más de treinta décimas como hilo conductor. ¿Cómo es tu relación con esta forma poética?

–Es muy lindo el juego de tratar de contar a través de las décimas, que tienen diez versos octosílabos. Es un formato muy lindo y, cuando se te pega, después te cuesta salir de ese lugar. Empezás a pensar en décimas constantemente y te aparecen en todos lados. Así que, en un momento, la décima me atrapó. Pero yo no quería que Álbum de memorias fuera un disco interminable de relatos, sino hacer una selección. Como digo en El canto es un río: ‘Y si mis manos se cansan de modelar tanto sueño, sabré seguir el ejemplo de aquellos que no descansan, porque no existen distancias cuando el andar es sereno’”.

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Misterio atemporal

Cada canción de Álbum de memorias trae su propio universo: su sonoridad y su diálogo entre la creación original y la versión del Coqui Ortiz con sus compañeros. Por eso vuelve a pensar en todos ellos: los referentes de Resistencia. ¿Qué imágenes aparecen? “Cada uno tenía sus características musicales y su impronta -recuerda Coqui-. Algunos eran más chamameceros y otros mezclaban más la trova latinoamericana. Y en todos hay muchos cruces: Bosquín Ortega componía con Zitto Segovia y con Cayé Gaúna; él con Lino Mancuello y con Catalino Insaurralde; Raúl Junco también compuso con Cayé y con el Negro Rodríguez, y éste con Cayé Gaúna, que tenía unas melodías increíbles. Luego estaban las letras de Lino, sencillas y de una gran belleza. Y Gustavo Viñas estaba más influenciado por la trova y su impronta era muy poética. Todos eran personajes muy especiales”.

Lo cuenta Coqui Ortiz y ahora elige evocar varias canciones puntuales de las doce de Álbum de memorias, con sus recuerdos detrás. Comienza por la segunda, Madrigal para un recuerdo, con letra de Catalino Insaurralde y música de Cayetano Gaúna. ¿Qué se dispara aquí? “Ese fue uno de los primeros temas que canté en la Peña Martín Fierro, cuando tenía 19 años. Cayé era mi maestro de guitarra, sin horarios, sin límites, sin nada. Como digo en las décimas iniciales del tema: ‘En noches de guitarreadas yo di mis primeros pasos. Me defendí a los ponchazos de las atentas miradas, que como cien puñaladas me hacían temblar el cuero. Sin darme cuenta, primero, que era mi noble misión darle vida a una canción pa’ hacerme de compañeros’”.

El Coqui avanza a la quinta canción, Rosaura, con letra de Alcibíades Ayala y música de Humberto Falcón. “Él, hasta el día de hoy, tiene el mismo programa de radio que difunde lo nuestro por excelencia. Lo había comenzado a fines de los años ’80 con Zitto Segovia, pero él falleció en 1989 y Humberto lo continuó. Es alguien incansable: hace un concurso de folklore, también ciclos de música, y en la actualidad armó una peña en su casa, el Patio Trovero. En el tema Rosaura yo recito: ‘El trovador legendario, el que agita los rincones y en cada esquina dispone una luz y un escenario. Juglar como los de antaño, llevando la buena nueva. El que comparte la mesa y hace del pan la canción, se llama Humberto Falcón. Luna alumbrando la huella’”.

Ahora Coqui elige la novena canción, Boliche ‘La vaca atada’, con su propia letra y música: “Es un bolichón de unos treinta años que retoma la tradición de otros espacios de Resistencia. Al mediodía vos podés encontrar gente que viene del interior, de todos lados, a comer ahí. Pero por las noches siempre va a haber una buena música sonando y, si alguien quiere cantar, hay una guitarra detrás del mostrador. De hecho, todas las veces que venía Ramón Ayala se iba a comer a La vaca atada”. Y como digo en las décimas: ‘La vaca atada nos llama bajo su amparo bendito’. Y en mi tema también está Néstor Ferreira, que es un cantor de barrio, de época, de esos de los que decís: ‘¿Y a este tema quién lo va a cantar?’: Néstor Ferreira”. Él además está en otras canciones del disco”.

Prosigue el Coqui por la décima canción, Coplas para José, un clásico con letra del Turco Vera Azar y música del cantor Zitto Segovia, un símbolo de la música folklórica del Chaco. Asume Coqui: “No tuve la oportunidad de tener un vínculo estrecho con Zitto, porque en aquel trágico accidente que se llevó su vida y la de otros grandes músicos, en el ’89, yo estaba cursando el quinto año. En las décimas iniciales del tema digo: ‘Aquel cantor guitarrero se fue volviendo juglar, y así salió a caminar cantando a los cuatro vientos. Zitto Segovia, bandera de la patria de la infancia. El fulgor de su guitarra cobijó a muchos poetas. Sus hermanos de quimeras se quedaron por aquí, cultivando aquel jardín de trasnochadas canciones, dando a la tierra los sones de un memorioso país’. Y en esta versión de Coplas para José canta Paloma Ortiz, mi hija. Como Zitto era el abanderado de aquella generación, yo pienso: ‘Dejemos que la nueva generación lo haga suyo”.

Avanza el Coqui a la onceava canción, Los tonos del corazón, con letra suya y música de Lucas Segovia: justamente, el hijo de Zitto y un artista de peso hace años. “Lucas me dio una música que siento que conserva muchos rasgos de esa generación. Por eso escribí una letra que tiene que ver con ese sonido heredado que tenemos nosotros: el que muchos identifican como la canción de Resistencia. Y cuando escribí el tema pensé: ‘Les voy a pedir que lo canten a mis amigos del legendario grupo vocal Chaco Gualamba. Ellos vienen de esa tradición de los grupos vocales de los ’80 y ’90, como el Cuarteto Zupay u Opus Cuatro. Los integrantes de Chaco Gualamba hace muchos años que no cantan, pero les pedí que sumaran sus voces en Los tonos del corazón, justo antes de las décimas de despedida que comienzan a cerrar el disco”.

¿Qué décimas traza el Coqui Ortiz para presentar el tema final Fruto y raíz, acompañado por el piano de Juan Mora, la guitarra de Patricio Hermosilla, el acordeón de Sebastián Flores y el bajo de Luis Piedrabuena? Entre sus estrofas iniciales, el Coqui recita: “Cuando se encendió un fogón y algún viejo abrió su pico, yo me mantuve en mi sitio, y, si me dieron lugar, pregunté antes de hablar. Y así me hice al camino. Hoy los quise homenajear y agradecer su cariño. Me cuidaron como a un niño cuando comienza a gatear. Pude estos versos trenzar y nombrar a algunos de ellos, que me enseñaron el juego de la alegría y la pena, y a colorear nuestra tierra con sones de pecho adentro”.

Y luego sonarán la letra y la melodía de Fruto y raíz, con el color y la afinación de Resistencia. En un renovado misterio que es también atemporal: Álbum de memorias. Se oirán el son del acordeón, la guitarra en cálidos punteos, el bajo a tierra y el piano en su cadencioso vuelo. Y el Coqui Ortiz cantará para decir adiós uniendo el ayer y el hoy: “Mi décima, mi bandera, las voces de mi ciudad. Mi gente y su dignidad, los panes sobre la mesa. El pescador de bellezas, la que inventó resplandores, amaneceres cantores (…) Fruto y raíz, mi corazón. Soy la canción de esta tierra, soy la canción de mi tierra”.

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