Anahi Rayen Mariluan es una artista y cantautora de origen mapuche nacida en Neuquén y radicada actualmente en Bariloche. Escribe sus propias canciones en mapuzungun para seguir construyendo el acervo cultural de su pueblo. «Me di cuenta de que tenía que cantar en mapuzungun, porque iba a ser mamá y me parece que los niños no olvidan jamás los cantos de sus madres», dice.


Anahi Rayen Mariluan es una militante de la canción en lengua mapuche. Con un largo recorrido artístico y de formación, es Licenciada en Folklore en la Escuela de Arte (IUNA) y Diplomada en preservación de archivos sonoros y audiovisuales; además estudio una carrera de Arte Dramático, un profesorado de yoga y ahora, concluye un doctorado de Antropología en la UBA con un estudio sobre los archivos sonoros mapuches. Nacida en Neuquén, vivió en Buenos Aires por cuestiones de formación y hace un tiempo está radicada en Bariloche, Río Negro. Cuenta con varios discos en su haber cantados en lengua mapuzungun, además de participación en películas, documentales. Su obra se destaca por producciones audiovisuales muy cuidadas, las cuales han sido premiadas a nivel internacional. Todo su quehacer artístico se halla volcado a la defensa y difusión de la cultura mapuche a la cual pertenece.

– Contame un poco sobre tus orígenes, naciste en Neuquén, ya hace varios años vivís en Bariloche, ¿venís de una familia de músicos?

– Sí, tengo una familia de músicos, músicas, cantoras, entonces no soy ninguna excepción sino que continúo una línea de tradición mediante el oficio del canto y de la música pero que de alguna manera se me volvió una profesión.  Mis padres provienen de dos parajes del interior de la provincia de Neuquén que son Villa Puente Picun Leufu, Cerro El Michacheo en Zapala y mi madre del Cajón del Huecu, en donde sus marcos de vida estaban insertos en una vida comunitaria tradicional, entonces los cantos ceremoniales no son una novedad en mi familia. Ellos migraron buscando trabajo primero a Zapala y después a Neuquén y yo me crie en un barrio lleno de chacras en donde la influencia de la inmigración chilena que venía huyendo de la dictadura de Pinochet. Esto completó ese otro universo musical lleno de cuecas y ahí empezamos a conocer ese otro panteón de música contestataria que fue el Chile que llegó a la Patagonia.

– ¿Cómo fue la decisión de abocarte a la música?

– El oficio fue permanente, siempre mi papá procuró formarme en materia del canto y en muchísimas tradiciones incluso me decía que había cantos mapuche que no eran para proyectar, entonces yo ahí empecé a hacer mis propios cantos, esto fue como muy prematuramente, yo era una niña cuando ya hacía canto. Y después estudié en Buenos Aires, logré formarme, soy licenciada de folklore en la Escuela de Arte Dramático y también hice una diplomatura en archivos sonoros, ahora estoy concretando el Doctorado de Antropología en la Universidad de Buenos Aires. Pero en realidad no hice una escuela formal de música. Más allá del título formal a veces el canto viene de otro lado y el canto nos persigue, nos orienta y nos marca un camino, creo que eso fue lo que pasó con mi vida.

– ¿Cómo tomaste la decisión de cantar solo en lengua mapuche?

– En algún momento yo retorné a vivir a la Patagonia, porque Buenos Aires tiene un ciclo y fue el ciclo formativo, más de trabajo también, pero en un momento esa movida profesional a mí me incomodó, buscaba más estar cerca de los paisajes, en donde uno ha caminado toda su vida, entonces volví a Bariloche y acá yo me di cuenta de que tenía que cantar en mapuzungun, porque iba a ser mamá y me parece que los niños no olvidan jamás los cantos de sus madres. Ahí decidí cantar solamente en mapuzungun porque también había escuchado a Fermín Muguruza, un cantante euskera, que él no canta en castellano porque compromete su canto en euskera para que cobre protagonismo frente a la pérdida cultural que le proporcionó el Castilla. Entonces a mí escuchar eso me emocionó mucho y pensé que el pueblo mapuche vive un colonialismo permanente, se hace escuela todos los días y me pareció como que un artista con compromiso político debía volver a cantar en la lengua de sus orígenes.

– ¿Creas tus propias canciones? ¿No haces lo mismo que Aime Paine?

– No, no exactamente, porque Aime Paine interpretó cantos tradicionales, y a mí lo que me sale es crearlo, no hago cantos tradicionales sino que lo que procuro es rellenar el universo que el niño ve a medida que va creciendo. Entonces, si bien los discos son tranquilos y no pueden  englobarse bajo ninguna terna, para mí son cantos de cuna. Mi propuesta es de creación desde la lengua ancestral, no todo es recopilación. El canto tiene dos aristas, uno que es ceremonial, que es hermético, que es privado, que responde a una función específica, y otra es la del arte, por lo tanto yo me muevo profesionalmente en el ámbito del arte, pero los otros cantos también uno los va aprendiendo y no podés escapar, te van inspirando.

– Te nominaron para los premios Gardel, y la única categoría que entraba era Folklore alternativo porque no había una terna de música originaria, ¿cómo lo consideras?

– Hay un poeta acá en la Patagonia que se llama Jorge Spíndola y él dice en su trabajo de investigación que en clasificar está el problema, ¿viste? Y el asunto es que los movimientos que abarcan la música casi siempre tienen un circuito comercial en donde los pueblos originarios no entran. Entonces hay distintas categorías para englobarnos, algunas que van desde internacionales como New Age, World Music, Música Indie, y lo cierto es que revela que somos ignorantes de los nombres de los pueblos que estamos desde miles de años. Entonces, decir música mapuche a su vez nos mete en otro pleito, que es que la música, como la entendemos en el occidente no es comprendida por los pueblos originarios, por ello se le dicen de distintas maneras, como por ejemplo, expresiones sonoras, arte sonoro, sonoridades indígenas, pero para mí el reto es decirle y nombrar a los hermosos pueblos originarios con esos significados tan filosóficos que tienen sus nombres. Mapuche es gente de la tierra y yo pienso que las expresiones sonoras que nacen desde los territorios, digamos, deben llevar el nombre de los pueblos a los que pertenecen, más allá del género que interpreten, ¿no? pueden estar haciendo hip hop si es música mapuche vale.

– ¿Pero la tomás como un reconocimiento a la postulación?

– Sí, fue una cosa completamente asombrosa que ternaran algo así, por eso mismo yo no esperaba ganarlo, pero me trajo muchísima alegría. Lo bueno es ya estar ahí, sabiendo que es un circuito comercial, que obviamente escapa a toda nuestra lógica y búsqueda, pero por lo menos mostrarlo. Lo recibí como un reconocimiento que es comunitario y colectivo, porque seguramente muchas de las personas que votaron para que yo esté ternada son personas que tienen sensible el corazón, y saben que uno no es un producto artístico de espectáculo, sino que está llevando una lucha por silenciar tradiciones que debieran estar más presentes, y que cuando reina este silencio en Patagonia se asiste a una faltante que tenemos todos los que hoy pisamos el territorio.

– Cómo unís la militancia de la canción y con la causa mapuche, ¿es también una elección?

– Parafraseando a Silvio Rodríguez “yo me muero como viví”; pienso que una es eso, no está eligiendo nada, sino que forma parte de una forma de ser y estar en el mundo, que para mí, por mi familia siempre fue política. También yo veo que cuando uno dice canto mapuche, en realidad referencia a unas pocas personas que somos las que cantamos, pero en general debiera ser consciente de que estamos hablando de un montón de abuelas que al menos una por cuadra en la Patagonia está silenciando su canto. Por lo tanto salir a mostrar, a mostrarse colectivamente, es una manera de favorecer esos dolores que han quedado insertos socialmente y que hoy nos privan de cantos que pueden ser tan maravillosos. Dentro del universo Mapuche hay un género que se llama «ülkantun», y es una manera de traducir y perpetuar memorias, es un canto de improvisación que va narrando nuestras historias. Entonces, yo pienso cada vez que uno marcha detrás de nosotras vienen miles de abuelas, pero la decisión de cantar en mapuzungun es una decisión política también hoy.

– Cantar como lo haces en definitiva es una militancia

– Es una militancia, además de una decisión estética, artístico, política, y yo pienso que es lo que a mí me da, lo que me fortalece, saber que estoy sembrando cantos para que mi hijo no los olvide, y en representación de ese hijo la escucha de un pueblo, que es el pueblo emblema internacional de la dignidad, como es el pueblo mapuche. Así que yo pienso seguir haciendo lo mismo.

– Además de cantar, participás de marchas y actividades colectivas

– Yo no estoy sola, es una manifestación colectiva que hacemos las mujeres mapuche en todo el territorio, y eso fortalece el corazón, fortalece el ánimo, el «newen», decimos, y sabemos que no estamos solas. Cuando se visibiliza y se difunden esas imágenes colectivas y comunitarias, yo creo que es un gran logro para muchas que todavía no se animan a dar ese paso. Pienso que los distintos tipos de feminismo que hay en el mundo alumbran a las mujeres de los pueblos originarios, sin que nosotras podamos tomar esas herramientas con la conciencia histórica que traen, sino que nosotras tenemos otras conflictividades, pero es imposible negar que estamos alumbradas por estos movimientos de mujeres; y la mujer en la historia mapuche es muy importante porque es la que transmite la lengua y la que transmite la cultura. Pero no es tan lineal, nosotros creemos bastante en el efecto de la reciprocidad, en el equilibrio de las fuerzas que pueden ser femeninas o masculinas indistintamente de los cuerpos que habitan.

– Estás muy vinculada al mundo audiovisual, cine y documentales, participaste en Tierra adentro de Ulises de la Orden, también en Mankewenüy, amiga del cóndor de María Manzanares, haces música para cine, ¿cómo te fuiste insertando en ese otro espacio del arte?

– Siempre tengo mis dudas de cuál es el alcance del arte. Pienso que si uno se tuviera que definir por una herramienta es la música, pero también hay un montón de cosas que aparejan la música. Trabajo haciendo música para documentales desde hace muchísimos años, y una dupla consolidada es la que hice con la directora María Manzanares, y yo acompaño sus películas, y también me ha tocado acompañar otras de Florencia Copley, Pablo Nissenson. Y pienso que el audiovisual sirve para mostrar el territorio que defendemos, creo que ese es mi amor con el documental, por eso en todos los audiovisuales procuramos vincularnos al territorio o algún «newen» que esté ahí representado. El año pasado gané una convocatoria para hacer un documental social y este año voy a estar estrenando una película propia, que se titula Vuelven. Fui a conversar con distintas cantoras activistas latinoamericanas, en distintos países, y se estrena ahora para el cumpleaños de Violeta Parra. Además hice un documental que salió en Canal Encuentro en su momento Cantos de la Memoria (2009) sobre los cantos campesinos del norte de Neuquén, que son la tradición que recopiló Violeta Parra, en esas plataformas donde el ajuste nos ha pasado por encima y cuando uno se aleja de Buenos Aires es peor aún.

– En la película de Ulises de la Orden, Tierra adentro, participás como actriz y parte representante de los pueblos originarios.

Tierra adentro es una película que se apoya en muchísimas investigaciones historiográficas que son buenísimas, se estrenó en 2011. Revisa la historia del pueblo mapuche hasta la actualidad, indaga en los orígenes del genocidio y allí están entonces hablando Walter del Río, Adrián Moyano, autores e investigadores de libros fundamentales sobre el tema, así que se amalgama la idea con una visibilización del genocidio que también ayudó a mostrar ampliamente Osvaldo Bayer. Terminé siendo una de las protagonistas de los hilos corales que lleva el film, que para mí no fue fácil, porque es una realidad dura la que nos enfrenta, pertenecer a familias patricias o pertenecer a un pueblo que hasta el día de hoy demanda justicia sobre los territorios que se le expropiaron.

– Por último, también pesa mucho las luchas ambientales en el pueblo mapuche, ¿cómo está la situación?

– Pienso que perseguir una causa de justicia hace que la vida tenga más sentido y que el paisaje que defendemos sea cada vez más lindo, pero ese paisaje no solamente se compone de las montañas que se insisten en mostrar solas o con gente blanca, sino que se compone de un pueblo gigante, a ambos lados de la cordillera, que es precioso, un pueblo lleno de sabiduría para enfrentar un mejor vivir.

Nuestro pueblo se defiende ante el avance de tantos proyectos mega extractivistas, nos  estigmatizan como terroristas cuando en realidad es un pueblo de paz y de buen corazón. Mucha gente entiende esto y eso es lindo porque habla de una sensibilidad hacia la vida. Los discursos que se mal entonan hacia la derecha, no es problema nuestro tener que cuidar o sanar esos odios que otros han alimentado, nosotros sembramos otro tipo de conciencia, otro tipo de mensaje y otro tipo de forma de construir en donde uno nunca está solo. Nuestros territorios fueron saqueados, muchas familias fueron reubicadas después de la conquista del desierto o la pacificación de la Araucanía y esos territorios estamos obligados a apoyarlos todos. Primero por la vulnerabilidad en la que se encuentran frente a los estados y además tenemos distintas formas de organización, casi todas autoconvocadas y autogestionadas.  Yo formo parte de muchos colectivos, entre esos los más importantes creo que es Kultruneras, que es un grupo de mujeres que nos abocamos a la recuperación de cantos con el kultrun.

 

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